Quisiera contarles una hermosa historia ocurrida en Líbano a mediados del siglo pasado.
En 1931, en la ciudad de Al Fakiha, cerca de Baalbeck, nace un niño, Moussa Abdel Karim El Mamamari, quien desde niño tuvo una obsesión con los castillos medievales y sus historias, y soñaba con tener su propio castillo. Cuando tenía 14 años se enamoró de una compañera de su escuela, una niña de muy buena posición económica; pero, al declararle su amor, ella le contestó que “solo se fijaría en él cuando tuviera su propio palacio”. Eso lo entristeció mucho, pero reafirmó su obsesión por tener uno.
En una oportunidad, durante una clase, el profesor les pidió que dibujaran un árbol y un ave. Nuestro personaje, Moussa, dibujó lo que siempre dibujaba: un castillo medieval. El docente lo regañó y humilló delante de todos por no cumplir con su tarea. Moussa le dijo que algún día él haría un castillo como el que aparece en su dibujo. Todos se rieron de él. El profesor se sintió ofendido, le golpeó y rompió en pedazos su dibujo. Moussa recogió esos pedazos, y salió de la escuela para no regresar nunca más.
Fue al sur del país, a Saida, a trabajar con un tío que se dedicaba a la restauración de edificaciones antiguas, y se hizo un experto en esta materia.
La vida transcurrió, conoció a María con quien contrajo matrimonio, y los años siguieron su curso. Un día compró un terreno en las montañas del Shouf. Ya su experiencia, preparación y estado económico le permitieron pasar esos sueños a la realidad. Con su mano talló miles de piedras, todas con diferentes motivos, ninguna igual a la otra. Y con sus brazos construyó QÁSSER MOUSSA o el CASTILLO DE MOUSSA.
Ubicado entre Deir il Qámar y Beiteddine, esta estructura es de obligada visita turística, a pesar de tratarse de una construcción reciente. Inaugurado en 1969, cuenta con una superficie de 3,500 m2. Desde afuera se puede apreciar el tallado de cada piedra con motivos y escenas medievales. Dentro del castillo hay figuras de cera en tamaño real y con movimiento. El edificio cuenta con tres pisos, cada uno con varios salones, que recrean la ambientación del Líbano histórico, con diversos adornos y armas antiguas. Uno de los salones tiene un pesebre de gran extensión, con figuras en movimiento. En otra área aparece él con su familia durante su niñez; y en el quizás más famoso de los salones podemos apreciar al mismo Moussa siendo golpeado por su maestro mientras sus compañeros se ríen.
Hace algunos años, Moussa, en combinación con amistades comunes y en una especie de cita a ciegas, hizo que aquella niña que lo rechazó en el colegio, acudiera al castillo. Ella no sabía de qué se trataba esa visita. Cuentan que la hizo entrar por una puerta muy pequeña para que se viera obligada a inclinarse como él lo hizo por ella. Su sorpresa fue grandísima al reconocerlo, y al ver que construyó lo que siempre soñó.
También cuentan que al terminar el castillo fue personalmente a buscar a aquel profesor para llevarlo a conocer su obra, pero, lamentablemente, aquel tenía pocos días de haber fallecido.
Es la historia del Castillo de Moussa. Como ven, es una vivencia que tiene de todo: romanticismo, amor, tristeza, obstáculos, mucho trabajo, objetivos cumplidos, arquitectura, paisajes, montañas, sueños…
Hasta hace poco, el mismo Moussa con su esposa María recibían a los turistas a la entrada del castillo. Él falleció en el 2018 y nos dejó mucho más que una visita turística obligada. Nos dejó el mensaje de que perseguir un sueño, y no descansar hasta lograrlo, debe ser nuestra tarea diaria.