Por: Dida Sáab
VUESTRO LÍBANO ES SECTAS Y PARTIDOS.
EL MÍO ES LA JUVENTUD ESCALANDO ROCOSAS CUMBRES, VADEANDO ARROYOS, ERRANDO POR LOS CAMPOS
G.K.Gibrán.
Hablar de los hechos ocurridos en Beirut el 14 de octubre del año en curso no es tarea fácil, y aunque tiene demasiadas aristas, trataremos de hacerlo.
Implicados: dueto Hezbola/Amal – Fuerzas Libanesas
Lugar: Ain El Remmeneh, sitio demasiado simbólico, donde detonó la guerra civil de 1975.
Motivo: apoyo/rechazo a la labor del Juez Tarek Bittar.
¿Quién es el Juez Bittar? Es quien lleva el caso de la explosión del Puerto de Beirut (04-08-2020). Después de la remoción del Juez anterior por presiones de Hezbolá, ahora tampoco están de acuerdo con este. Se trata entonces de una intromisión directa de la política en el Poder Judicial. El juez Bittar ha llamado a declaración a varios políticos, los cuales, por ahora, están relacionados con el dueto Hezbolá y Amal, pero no hay nada que indique que en un futuro cercano no cite a personas de otros partidos. Bittar está en el comienzo del proceso, y él sólo investiga, no sentencia.
Aclarados estos puntos, prosigamos.
La sociedad en general, y principalmente los familiares de las víctimas de la explosión, han mostrado una gran aceptación a la labor que este magistrado ha llevado a cabo. Pero la clase política ha convertido este tópico en blanco de ataques entre ellos. Los intercambios verbales más fuertes se han dado entre los dirigentes de Hezbolá (que quiere la remoción del magistrado) y los de Fuerzas Libanesas que le dan su total apoyo. El tono de ambos traspasó límites, tomando en cuenta la aversión acumulada e histórica que existe entre los simpatizantes de ambos grupos.
“Aversión acumulada e histórica”: vamos a detenernos aquí. Ese lenguaje provocador es el que ha mantenido la podrida y oxidada clase política en su TOTALIDAD después de los supuestos y endebles acuerdos de Taef. Así se hablan entre ellos. Hoy son estos tres grupos, pero a diario son todos. Los demás grupos no se hablan mejor. Y todo lo hacen frente a una sociedad desahuciada que cada vez cree menos en ellos. Por esta pérdida de credibilidad, los caudillos hacen desesperados intentos por recuperar a quienes antes les creyeron. Y la mejor forma es a través del miedo: “mira qué malo es el otro, pero yo te voy a salvar”. Reitero. Es la actitud de la clase política EN PLENO, la de todas las tendencias y creencias.
Regresemos al 14 de octubre. Días previos con muchísima tensión. Palabras van palabras vienen. El dueto Amal/Hezbolá amenaza con palabras y, lamentablemente, recibe la respuesta esperada: el jefe de las Fuerzas Libanesas no ayudó a calmar la situación y se declara listo para aceptar el reto. Para una sociedad que todavía tiene la guerra civil en el disco duro de su mente, esto solo puede tener dos posibles reacciones:
– o desear la guerra para “salvar el honor”
– o rechazar completamente esta posibilidad, porque es un camino andado que no nos llevó a NINGUNA PARTE.
¿Querían arreglar REALMENTE las diferencias? Llámense a diálogo. Pero sabían que el diálogo no les produciría beneficios. Un buen espectáculo, sí.
¿El malo y el bueno? No. Cada grupo tiene su visión de malo y bueno.
Y he ahí lo que planteaba la Revolución del 17 de octubre del 2019. Para estos jóvenes, todos los políticos son malos, y saben que la estructura de poder en el país está mal hecha. No creen en NINGUNO de los señores de la guerra, que se quitaron el traje de milicia para seguir siendo milicia, ahora con corbata. Se convirtieron en “representantes políticos”, pero conservando, concertadamente y bajo acuerdos secretos, la división sectaria de la sociedad. El dueto Amal/Hezbolá lanzó la carnada, y fueron, en una marcha que de pacífica no tenía NADA, al Palacio de Justicia. Y estratégicamente, un grupo desvió su camino y entraron a las calles (no a las casas) de Ain El Remmeneh, a sabiendas de que las Fuerzas Libanesas entrarían en el juego. Unos en la calle armados y disparando, otros en sus casas. Hasta que cayó la primera víctima, seguida de otras 6, todas del bando Amal/Hezbolá. Y les dieron, así, motivo para que busquen venganza. Esa fue sangre que se debió derramar en defensa del país y no de juegos políticos. El escenario de ese día es el más fácil de alcanzar cuando ninguno de los implicados sabe pensar con frialdad.
Hoy el lenguaje de los protagonistas conserva el mismo tono retador. Sus declaraciones siguen sin ayudar. Y la sociedad se deshace, desmoralizada y sin ninguna esperanza. Rezar ayuda. Pero, si no se hace en todos los credos, no será un rezo completo.
Y a todas estas: ¿dónde está el Ejército? Este tenía conocimiento pero dicen no haber tenido información de que habría tanta tensión, y por lo visto no había “elementos suficientes”. Eso es raro. Cuando los revolucionarios del 17/10 (que no son de ningún partido y los rechazan a todos por igual) salían a manifestarse sin armas en las inmediaciones del Parlamento, había cientos de ellos. Los habitantes de Ain El Remmeneh y alrededores son MUCHISIMO MÁS IMPORTANTES Y VALIOSOS que los parlamentarios, y era su deber cuidarlos y protegerlos. Es cierto que los militares están muy cansados ya que los están ocupando en tareas que no les corresponde. Aún La asi, debieron ser más contundentes y efectivos.
La Institución Armada nos ha mostrado que está para defender a Líbano en su totalidad cuando la amenaza es externa. Internamente defiende al gobierno y no al pueblo. Pero, mal que bien y de cualquier manera, a falta de un Estado funcional, el Ejército es la única Institución que nos queda y de las que nos podemos asir. En este hundimiento sistemático del país, la única pequeña y endeble tabla de madera que nos queda son ellos. Por esa razón se colocó en varios lugares la foto del elemento rescatando a una niña mientras salía de su escuela, que se encontraba entre dos fuegos.
Este es el triste panorama. Desde hace tiempo los partidos necesitan llevarnos a los laberintos de la guerra para perdernos en ese enredo programado, y depender de ellos para que nos protejan mientras vamos en busca de la salida, que nunca encontramos. Por un rato nos hacen olvidar la explosión, el costo de la vida, la falta de medicinas y alimentos, el dinero bloqueado, olvidamos la tragedia diaria gracias al temor de una posible guerra, mientras atrás de los podridos muros de la política comienzan a salir rostros que dicen: “pssst! Se puede poner peor, ¿recuerdas la guerra? Pero tranquilo, yo aquí sigo para salvarte”.
Y siguen. No se han ido. Siguen. Todos con armas, con sus milicias intactas.
La revolución intentó acabar con todo eso. Y fue tentada una y mil veces para caer en las provocaciones de los mismos que lo hicieron hace unos días. ¿Y cuál fue su reacción? Mente fría. Retirarse y buscar otros medios. Y otros y otros. Cualquier reacción era buena con tal de no llegar a enfrentamientos ni nada que recuerde, ni por un segundo, la guerra civil. La revolución desaparece de las calles justo gracias a los protagonistas del 14 de octubre: Amal y Hezbolá los atacaron, y las Fuerzas Libanesas se la adjudicaron. La gente creyó que ese movimiento espontáneo venía por apoyo de ese o algún otro partido político, y ello provocó su desaparición, al menos de los medios visibles.
La peor y más trágica parte de esta historia es que si llega a haber elecciones, no habrá cambio de rostros. Líbano, con estos líderes que están ahí gracias a sus seguidores, estará condenado a vivir sin solución. Seguirá siendo un Estado con Constitución seglar pero con oxígeno religioso.
Los que nos metieron en este enredo no nos van a sacar. Solo quien pueda ver la realidad objetivamente y con la frialdad y equilibrio podrá dibujar nuevamente la sociedad libanesa.