EL OTOÑO DEL ABUELO
ANTONIO TRABULSE KAIM (+)
Líbano es un lugar de magia y contraste
Un país fascinante e inexplicable.
Sus contradicciones lo convierten
En uno de los eslabones más sólidos para unir a Oriente y Occidente
Y en un espacio que acerca al pasado con el presente.
Líbano es un lugar de hechizos para el visitante,
Por ser tierra de realidades e ilusiones
Que ofrece panoramas desemejantes.
Es una nación que aprendió a cobijar lo negro y lo blanco,
Lo antiguo y lo moderno,
Lo sutil y lo vasto,
Lo agudo y lo obtuso,
El Cristianismo y el Islam,
El chador y el bikini,
El amor y la guerra, el todo…¡y la nada!
El Líbano tiene la impresión
De seguir penetrando en los días del ayer
Y en el embeleso de los tiempos antiguos.
Empuñando las raíces de la cultura humana.
El viajero sin sensibilidad,
Con intereses puramente turísticos, arqueológicos o
históricos, disfrutará Líbano al máximo.
Pero jamás aprisionará la dimensiones y el colorido de una tierra
Que posee el extraño privilegio de guardar lo fundamental,
lo básico y lo obligatorio necesarios para ser universal.
Líbano es cuna de profetas y santos,
Que refresca la mirada en sus complejos espacios.
Para encontrar su verdad
Y sobre todo para comprenderla,
Hay que caminar por las excitantes calles del viejo y moderno Beirut,
Recorrer los suburbios aristocráticos y también los barrios populosos,
Mirar el cielo azul y el albor que enmarcan la realidad de una urbe
Que fue sumergida por la guerra
Y que supo emerger para la paz.
Hay que sentarse bajo las arcadas palaciegas de Beiteddine
Y contemplar sus jardines y contenidos.
Recordar y vivir el encanto de los tiempos de Bachir Chehab II, el Grande.
Sus días y noches de cultura, de sabor a pueblo y de anhelo por afirmar su identidad.
Ver los múltiples azules del Mediterráneo
Desde la Capilla de Nuestra Señora de Annuriye,
Y disfrutar el paisaje desde las profundidades del Cañón de Kadisha.
Meditar en la Mezquita de Said es-Din Teinal, tan llena de reminiscencias,
Y empaparse con los ruidos, voces, olores y misterios del viejo “souk” tripolitano.
Hurgar en los estrechos senderos de la sierra libanesa
Y libar la belleza de su costa al amanecer
Y, también, en el ocaso del día.
Hacerlo todo el tiempo y bajo cualquier circunstancia.
Solo así encontraremos su añejo frescor y fascinación
Para imprimir en nuestra mente la memoria de un pueblo
Que se ofrece generosamente
Con el eterno sentido de lo absurdo.
Procurar el entendimiento con las obvias discordancias de Líbano,
Es como saborear frutos maravillosos sin necesidad de aderezo.
Y con acentuado resplendor.
Mirar y admirar la ropa vanguardista de la moda occidental,
Junto a las túnicas que sugieren ropajes con semblanza bíblica y vetusta;
Vestuarios que son una representación de lo diferente,
Del incomprendido esfuerzo de quienes mantienen una tradición
Que va más allá de la memoria,
Vedado a la óptica burlona
De observadores frívolos, xenofóbicos y vacíos,
De quienes ignoran que cada individuo es como una isla…
Pero que ellos no son sino islotes desiertos.
Mirar torres que sostienen cruces de artísticas formas
Junto a minaretes que impactan su figura en el firmamento…
¡para hacernos sentir cuando,
por la senda del tiempo,
las unas hablan con los otros!.
Dejar que llegue a nuestros oídos el clamor de sacerdotes y “muezzines”,
No como simples cantos de estampa confesional,
Sino como testimonio vivo
De una tolerancia añeja y robusta,
Semejante a los milenarios bosques de Cedros.
Líbano es punto en el cual se camina sin rumbo fijo,
entre la belleza de pueblos antiguos,
Ciudades modernas,
La sierra y su fértil planicie,
con la idiosincrasia de un pueblo único
esparcido en montañas, valle y litoral.
La gente libanesa sabe de intervenciones y tragedias,
Las ha sufrido.
Por ello se conforta
Con los pequeños detalles de lo imple y cotidiano,
Como mirar a los esquiadores
Subir durante varios minutos en una silla
Para luego deslizarse, en segundos,
Por los mantos de sus níveas montañas
Ir a sus playas
Y bañarse en las aguas del Mare Nostrum,
O encaramarse sobre yates y barquillos
Que coquetean con los viejos castillos francos.
Líbano es cruce de mil caminos
Empapados de historia,
De tradiciones confinadas
A seres para quienes la hospitalidad
No es una costumbre…¡sino un Credo!.
Hombres, mujeres, niños y ancianos,
Con una textura tan especial,
Que fusionaron en su espíritu
A tres grandes religiones.
Líbano es, finalmente,
Un espacio que aloja a pretéritas figuras sociológicas
Y lasg transporta milagrosamente,
A los umbrales del tercer milenio.
Es tierra con bosques de Cedros,
Que sobreviven al tiempo y al hombre,
Y que, con el paso de los siglos,
Se convirtieron en empresa de increíble magnitud.
Es punto vertiginoso de atmósfera magnética,
Que acerca lo mejor de Occidente
Con el más puro encanto oriental,
Embelesando al visitante como el canto homérico de las ninfas.