CADMO (PARTE 5)

DR. ULISES CASSAB
RECURSOS DE LA COMUNICACIÓN

 

Habría de transcurrir un impreciso lapso de tiempo, para que los sentidos establecieran el comienzo de la comunicación inteligente. El hombre desde que apareció como ente pensante en la faz de la tierra, ideó para sí mismo y para sus semejantes los signos de orientación, los gestos de aviso, los gritos de advertencia, el arqueo de las cejas, el traslado de los objetos, el movimiento corporal, las marcas particulares, las señales de fuego, las emisiones de humo, los auxiliares de memoria: los recursos mnemotécnicos, como los quippos, el wanpun, los bastones, los nudos, las muecas, e infinidad de diferentes formas inventadas por él para transmitir sus ideas y pensamientos, y captar eficazmente las expresiones ajenas.

Hay muchos ejemplos de lo anteriormente escrito. Baste a nuestro propósito recordar algunas, como la purpurea bandera que el héroe Teseo olvidó izar en su nave, señalando su victoria sobre el monstruoso Minotauro y que simbólicamente anunciaría su padre Egeo la liberación del yugo minoico; como las hogueras que de monte en monte, desde Troya hasta Argos, mandó encender la infiel Clitemnestra, para conocer antes que nadie las ruinas de Llios y poder preparar el asesinato de Agamenón; como las muescas y forma de rayas grabadas deliberadamente en los huesos del África Central, y que pudieran denotar el recuento de algo como la sucesión de los días; como el método de la cuerda anudada; del hilo en  los dedos del pañuelo anillado en algo; como la silenciosa señal que con las cejas hiciera el Peleida a Patroclo para que se marcharan cuanto antes los embajadores que le suplicaban el socorro contra Llion; como las artes comunicativas de los fenicios; que en el momento adecuado y sin ayuda de palabra alguna, transmitían y captaban el deseo preciso y cuyas costumbres persisten hasta nuestros días; para finalizar citemos que Crátilo, el primer maestro de Platón prefería el movimiento del dedo al lenguaje, porque decía que este helaba la vitalidad del pensamiento:

La comunicación a través de sus diversos procedimientos previos al advenimiento de la escritura, conservó en buena medida el saber humano; su uso elevó las transacciones de mercantiles, mejoró las tácticas militares, propagó el conocimiento y difundió la cultura a través del informantes orales, que retenían en la memoria los asuntos interesantes. Los deseos de los gobernantes o de amigos y familiares pudieron llevarse a través de emisarios especialmente entrenados para ello. Los mexicanos de la Pre-conquista preservaron su historia por medio de informantes orales que, a su vez, habían conservado de sus padres los hechos sobresalientes de su origen. La historia de los chinos, parcialmente redactada por Confucio a base de tradiciones orales, fue felizmente conservada en la memoria por un anciano erudito, que la salvó de las duras iras de un soberbio emperador.

Infortunadamente el método oral también propició la pérdida de bellos relatos de las primeras edades del hombre; narraciones desaparecidas que, saturaban de emociones primigenias de placeres y de tentaciones simples, lograron el imposible milagro de reducir el mundo a la medida del hombre y, a este, convertirlo en la imagen del Universo. De cualquier manera, la transmisión oral fue el método histórico que los pueblos practicaron para preservar sus tradiciones, hasta el advenimiento del primer sistema de escritura.

La inacabada caminata del hombre en pos de la inmortalidad permitió convertir sus sensaciones, sus emociones, sus ideas y pensamientos en algo útil para los nuevos tiempos, a fin de que pudiesen, aunque fuera vagamente, comprender el mundo remoto bajo el influjo de una sutil fracción de imaginación creadora. De otra forma, ¿cómo podríamos comprender el pasado o vislumbrar el futuro, si no existiera la posibilidad de comunicarse?.

Moorhouse observa que “el advenimiento de la escritura propiamente dicha originó una relajación en el cultivo de la memoria, que al principio fue considerado como una pérdida lamentable”; y ejemplifica el texto con la oposición de los maoríes de la Nueva Zelanda al uso de la escritura por los daños que ocasionaba a la memoria, y con la explicación que dio el romano César, cuando los druidas se negaron a consignar por escrito sus costumbres religiosas, a fin de conservar cerrado su misterioso círculo social.

Las tradiciones orales de los ritos sagrados hindúes, persas, árabes y chinos, por ejemplo, supervivieron al uso de la escritura en el área griega, los niños aprendían la Ilíada y la Odisea; los fieles citaban pasajes enteros del Corán en las comunidades islámicas; la Jerusalén libertada se recitaba sin necesidad de libros a la orilla de los ríos; los cantos védicos escritos en el sánscrito se producían totalmente a los sabios eruditos en las márgenes del Ganges por el método oral; todavía muchas comunidades indígenas en los diversos pueblos del planeta, prefieren transmitir oralmente sus cantos y oraciones, para no perder la cadencia y el ritmo musical de sus expresiones, tan difíciles de graficar, como ocurre entre los juchitecos y tehuanos de México.

Circunstancia explicable, como advierte el Swadesh: “el lenguaje es fisiológico y acústico… en el estado gráfico es inerte…en el acto de convertirse en escritura, ese algo pierde algunas cualidades y gana otras. Lo hablado tiene muchas propiedades que no se conservan en la forma escrita. La voz viva indica quién habla, si nos es conocido o si podemos verlo, y dónde se encuentra. También obtenemos de ella alguna idea de carácter y estado de ánimo del hablante y algún indicio de la intención con que habla, ya sea de cariño o de odio, de fuerza o de temor, de confianza o de sospecha respecto a su oyente, y, además, si es en serio o en broma… (muchas) cosas se pierden al pasar por el filtro de la escritura, excepto lo que la inteligencia del autor sepa convertir en palabras y lo que la imaginación del lector sepa reponer, como dice la expresión ‘leyendo entre líneas…’ La escritura no sustituye a la conversación, sino que se ajusta a las necesidades de la comunicación. Además, la posibilidad de escribir, de corregir y de volver a escribir, permite aumentar mil veces la efectividad del pensamiento. Los conocimientos del género humano se formaron al principio solo por los intercambios directos de viva voz, pero lograron su mayor desarrollo con el auxilio de la escritura. Al salir de las limitaciones de la expresión oral, el hombre descubrió nuevas dimensiones para la comunicación…”.

Nuevas dimensiones que le llevaron, a través del esfuerzo imaginativo, a restituir a los viejos textos de las primeras edades humanas la percepción de los sentidos vitales y la enigmática vibración del espíritu humano, que sabiamente quedó plasmada, primero, a través de los esfuerzos de la comunicación oral y, después, en la transmisión gráfica, que finalmente triunfó en un mundo que no admitía ya el reposo del hombre.

Quizá los más trascendental de la contribución del uso de la escritura fue el hecho de que “el hombre se conociera a si mismo y conociera el mundo en que vive. La historia comienza con el nacimiento de la escritura; y lo mismo ocurre, en la mayoría de las sociedades, con la ciencia y el pensamiento filosófico. La escritura permite al lector evocar el pasado humano y hace posible que el estudio del hombre pueda reconstruir la vida de remotos antepasados suyos con un detalle a veces sorprendente: no solo qué aspecto tenían, sino también qué comían y cómo obtenían sus alimentos; dónde habitaban y con qué se vestían; cómo produjeron artefactos cada vez más complicados para satisfacer sus necesidades físicas y espirituales”.

 

Tomado del Libro CADMO, escrito por el Doctor Ulises Casab Rueda, seguiremos haciendo una serie de artículos sobre el mítico personaje que lleva el nombre del libro.