SAN CHARBEL (CAPÍTULO 7/7)

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Los prodigios de San CHARBEL*

Pocas semanas después de la sepultura del ermitaño, un grupo de campesinos, de las aldeas circunvecinas, se entrevistaron con el padre superior del monasterio, y uno de ellos, Georges Emmanuel le dijo: “Esta noche también vimos un fulgor extraordinario ceñirse a la tumba del padre Charbel”. “Yo misma lo he visto varias veces, desde mi casa frente al convento, todo el mundo puede verlo, “atestiguó a su vez Miladé la viuda de Tannous Chehadé“. “Al igual que ella, yo lo he visto también, mi casa queda frente al convento, entonces no debe haber ninguna equivocación” declaró a su turno Pierre Sleiman Daher. Los demás campesinos reunidos aprobaron estas extraordinarias declaraciones. Atestiguaron haber visto esta luz varias veces y desde hace ya varias semanas que tenía lugar este fenómeno luminoso!

El superior escuchó  estos testigos sin decir una sola palabra. Está convencido de la santidad de su ermitaño. Pero había que dar fe a las historias de estos hombres ingenuos. Con un gesto mesurado calmó los espíritus y luego seriamente se dirigió a sus interlocutores: “Veamos hijos, puede ser que lo que Ustedes dicen es verdad, pero, yo les confieso francamente que si no veo yo mismo esa luz no podría creerles. Esta noche, cuando la vean, háganme una señal con un tiro de fusil, por ejemplo, e iré a comprobar junto a Ustedes lo que sostienen”. Y agregó sonriendo: “Tomas no cree, sino hasta toca la verdad con los dedos”.

Es de noche, los campesinos vieron nuevamente la luz, y como están convenidos dispararon el tiro de fusil. Es la señal dijo el superior, y salió precipitadamente, ¡cuando un espectáculo insólito lo esperaba! Una luz milagrosa brilla sobre la tumba del padre Charbel. El superior y sus religiosos quedaron paralizados en sus lugares. Pero he ahí que de los labios del superior escapa una palabra que rompe el silencio: “No hay duda, ¡el padre Charbel es un santo! Alabado sea Dios!

La aparición tan frecuente de la luz, como también el entusiasmo de los feligreses cuya piedad no tendía a nada menos que arrebatar los restos del padre Charbel, obligaron al superior y los suyos a proceder con la apertura de la tumba. Luego de efectuada la operación, el cuerpo del piadoso ermitaño apreció intacto, a pesar del agua y del barro que lo sumergían en parte. Se cerró nuevamente la tumba después de esta primera comprobación, y el superior informó sobre los hechos al padre general de la orden, Josef El Seraaly, y a su beatitud el patriarca Elías Howayek, solicitando su autorización para la apertura canónica de la tumba y el traslado del cuerpo del ermitaño a una sepultura más honorable.

Así, apenas cuatro meses después de los funerales del padre Charbel, en presencia de diez testigos religiosos y laicos, y conforme a las recomendaciones patriarcales, la tumba fue abierta el 15 de abril de 1899. La declaración que pudieron entrar a la caverna y sacar el cuerpo, fue unánime al afirmar que; La lluvia al penetrar a través de la terraza de tierra y los muros no estucados, había abarrancado el cementerio y convertido la tumba en una cloaca barrosa. El cuerpo yacía en este barro mientras el agua goteaba sobre su cara descubierta. Sin embargo, luego de limpiar el cuerpo del moho, se descubrió que todos sus miembros se conservaban elásticos como los de un ser vivo. La piel guardaba su frescura y los músculos su flexibilidad. Ni un pelo de su barba, como tampoco su cabello, había caído. El padre Elie Abi Ramia, que vivía en el monasterio, escribió: “El cuerpo estaba flexible, elástico, y sudaba sangre fresca, sin ningún rasgo de descomposición, como si en ese instante lo acabaran de ponerlo en tierra”. Varios otros testigos aprobaron el mismo hecho.

Cambiaron sus vestiduras por un nuevo hábito. El cuerpo fue depositado en la capilla del convento, en un ataúd descubierto, donde pasó la noche del 15 de abril de 1899. Para distraerlo del culto de los piadosos feligreses. A la mañana del día siguiente, cumpliendo con la orden del patriarca, el cuerpo fue transportado a un depósito provisorio situado en el rincón superior del muro de la iglesia, lugar reservado para los antiguos objetos de culto, no podía haber sido l mejor elección para despistar la búsqueda de los piadosos devotos.

Se han realizado todos los estudios posibles para intentar descubrir la causa natural que explicaría la conservación del cuerpo del padre Charbel. Hasta el momento han sido todos infructuosos. Desde la fundación del monasterio se han enterrado en el mismo cementerio antes, 32 monjes y ermitaños, y la descomposición no ha hecho distingo a ninguno de ellos. Solamente el del padre Charbel ha quedado intacto, no obstante llevaba la misma vida eremítica y recibía la misma alimentación que los demás piadosos muertos en santidad. El cuerpo del padre Charbel escapaba a la ley general y ha conservado todas las cualidades del cuerpo vivo, supura un extraño sudor sanguinolento único en su género en la historia de la iglesia, y quizás en la de la medicina.

El Caso de la sudación ha sido un fenómeno permanente. Al cabo de un mes se exhumó nuevamente el cuerpo, pero ¿Dónde ponerlo? Los religiosos del convento agotaron todos los medios posibles para disecar el sudor sanguinolento, inclusive exponiendo el cuerpo al aire en la terraza, o envolver el cuerpo con dos sabanas y cambiarlas todos los días, y hasta operar el cadáver y quitarle el vientre que parecía como la de un ser vivo. Pero el cuerpo transpiraba por todos los poros y ¡no hubo ningún cambio en la sudación del líquido misterioso! En mayo de 1901 la autoridad eclesiástica permitió a los monjes depositarlo fuera del claustro en una sala ubicada a la derecha de la entrada principal, se le colocó de una forma poca común, parado en un armario de vidrio para que el líquido podría fluir por todo el cuerpo y ser retenido en los pies por las sabanas, y así también los visitantes podrían verlo bajo la vigilancia del padre superior. Pero lo monjes encontraron ridícula esta posición y volvieron a colocar el cuerpo en el antiguo ataúd, el cual sería reemplazado por un nuevo féretro ofrecido por el Dr. Georges Chucralla. El cuerpo quedaría allí hasta el 24 de julio de 1927. Durante este periodo de 27 años, el líquido misterioso no dejo de derramarse. La reputación del padre Charbel traspasó las fronteras del convento, y multitudes crecientes de fieles venían a invocarlo mientras los médicos continuaban sus análisis.

Este fenómeno de conservación del cuerpo, contrario a las leyes de la naturaleza desafíe la astuta de lo más famosos médicos. Sin embargo no han dejado de observar minuciosamente y en reiteradas oportunidades este cuerpo a la vez muerto y vivo. Ninguno de los médicos diplomados que examinaron el cuerpo, pudo dar una explicación lógica ante la comisión eclesiástica que practicó una rigurosa investigación sobre este caso. Hacían constar con gran extrañeza que este cuerpo del servidor de Dios se conserva por un poder curioso e inexplicable, único, que los conocimientos científicos y naturales no pueden alcanzar. ¡No cabe duda que la santidad del padre Charbel tiene mucho que ver en este poder sobrenatural! ¿Serán estas atestaciones un signo de complacencia Divina, que quiere recompensar la heroica fieldad del padre Charbel, y glorificarse a través de Él, en el mundo y en la historia?

Debido a la persistencia de estos hechos, los superiores  del piadoso monje, decidieron introducir en la corte de Roma, la causa de beatificación del padre Charbel, al mismo tiempo que la de dos otros miembros de la Orden: El padre Neemtalah Kassab Al Hardini, profesor espiritual del padre Charbel, y la de la religiosa Rafqa Al Raiis. El superior general Ignacio Daher At-Tannury fue a Roma en 1925, y solicitó  de su santidad el papa Pio XI, la apertura del proceso de beatificación de estos tres miembros de la Orden. El santo padre dignó acoger favorablemente esta petición y ordenó que se procediera a la encuesta canónica concerniente a la santidad a los milagros atribuidos a los tres servidores de Dios. Le tocaba al patriarca asumir esta responsabilidad, y proceder a efectuar la encueta conforme al código.

La comisión constituida se reunió el 4 de mayo de 1926. Se decidió efectuar un nuevo traslado del cuerpo para que no fuera objeto de veneración pública no autorizada, antes de la decisión de Roma. El 24 de julio de 1927, el cuerpo del padre Charbel fue exhumado una vez más, en presencia de una inmensa multitud, revestido con sus hábitos sacerdotales y su cabeza cubierta por un capuchón monástico. Se dio lectura a un informe sobre su vida, su muerte, y las dos exhumaciones del servidor de Dios. Se hizo alusión a la eventual introducción de la causa de beatificación. Este informe firmado y sellado por la comisión, fue depositado en un cilindro metálico, junto a un informe médico relativo al estado del cuerpo en aquel día. Todo ello suscrito por los miembros de la comisión eclesiástica. El cuerpo fue puesto en un nuevo ataúd de madera y encerrado en un segundo ataúd de zinc. El sello de la comisión fue puesto sobre una cinta blanca. Luego el doble féretro fue llevado a una nueva tumba preparada en el mismo muro de la cripta. Dos piedras lo separaban del suelo y un epitafio recordaba los datos de la vida de Charbel.

El año 1950 era un año santo, hecho que en este, se realiza una nueva exhumación y se produce notorios prodigios. Lo fieles habían acudido en gran número para rezar en la capilla contigua a la tumba y obtener, con la intervención tan eficaz del “Santo monje”, ayuda y protección. Observaron cierto día que el muro de la tumba estaba húmedo. Prevenido de este hecho, el superior comprobó que este líquido no era agua, sino una especie de substancia viscosa. Temiendo que el sarcófago y el cuerpo estuvieran deteriorados, reunió a sus monjes y, en presencia de ellos, hizo abrir la tumba. Era el 25 de febrero de 1950.

El líquido sanguinolento atravesaba el sarcófago y la pared del mismo oratorio. El superior informó al patriarca Antonio Arida que el cuerpo está siempre intacto. Arida ordenó un nuevo reconocimiento del cuerpo. Una encuesta canónica fue constituida. Además de tres médicos expertos, que prestaron juramento en la iglesia de Annaya, en presencia del vicario del patriarca Monseñor Akl y el superior general de la orden rodeado de los monjes, se abrió el féretro, comprobándose que el sudor de sangre persistía, se derramaba de todo el cuerpo, y que el tubo que contenía las atestaciones de 1927 se encontraba deteriorado por el moho, sin embargo estas estaban intactas pero el cuerpo conservaba toda la flexibilidad.

El monasterio de Annaya fue entonces invadido por una multitud que acudía de todas partes, pese a que no había sido prevenida de la reunión de la comisión. Había una gran cantidad de enfermos, ciegos, sordos, mudos, y paralíticos. Se produjeron curaciones tan repentinas como sorpresivas, llenando de entusiasmo a los peregrinos que clamaban su alegría, animados por una intensa emoción religiosa. El cuerpo fue colocado una vez más en la tumba cuidadosamente cementada. Sin embargo, las multitudes venidos de todos los rincones del mundo, no dejaron de afluir en continuas oleadas pidiendo ayuda y protección al santo ermitaño, y buscando un camino hacia la salvación. Las oraciones ascendían sin interrupción, y las suplicas imploraban la curación de los cuerpos y las  almas. Los sacerdotes dispensaban día y noche  los sacramentos de la penitencia y la eucaristía. Incesantemente resonaba entre las ruidosas aclamaciones y el repicar de las campanas, el grito de “milagro”. Todos reclamaban reliquias, recogían un poco de tierra del patio cerca de la tumba y se retiraban con alegría, como si se llevaran un tesoro. Además el gigantesco roble  bajo el cual el ermitaño se acostumbraba rezar ha sido despojado sucesivamente de sus hojas y sus ramas, hasta el mismo tronco se fue transformando en reliquia.

El ministro de finanzas Emil Lahoud, cristiano pero no practicante, criticaba ante el presidente Bechara Al Khoury que “los rumores acerca de un monje son ridículos, y hay que intervenir para poner fin a estas supercherías”. Lahoud visitó Annaya para juzgar el asunto y se encontró con una multitud de gente, unos en autos, otros a pie, otros descalzos, otros a lomos de mula, avanzando en fila ininterrumpida. Al llegar, apenas intercambió unas palabras con el superior, los aplausos se desencadenaron en el exterior, y las campanas comenzaron a repicar. El ministro  interpeló que ha venido a título personal, rogándole de cesar estas manifestaciones, a lo que el superior respondió con una sonrisa “No teníamos previsto su visita. Pero esta valerosa gente ha debido asistir a un evento prodigioso y no puede disimular su alegría”. Al retirarse, y mientras la multitud agitada lo rodea, he ahí, que radiante y alerta, su vecino Akl Wakim que se precipitó hacia él diciéndole “Si,  soy yo de verdad, como Usted ve, pero ahora, gracias a San Charbel, estoy curado”. El ministro, poniéndose la mano en la frente, esta trastornado, murmura casi inconscientemente ¡“Estoy soñando?, es enloquecedor”! Luego, volviendo hacia el superior que lo seguía: “Padre, no sé lo que me pasa, este hombre que estaba tan enfermo, lo conozco desde hace muchos años. La Divina Providencia acaba de curarlo, a mí también de mi incredulidad. Creo en Dios, en San Charbel, en la iglesia católica, en el cielo… En el libro de curaciones, es el mismo señor Lahoud que afirma la sanación de la cual ha sido testigo, el monje Pablo Daher a cargo del libro sobre San Charbel, viéndolo firmar sin agregar a su nombre ningún título, intervino: “Quiere usted agregar, si le place, Ministro de Finanzas y diputado de Líbano”? Entonces respondió modestamente el nuevo convertido: “Ante la grandeza del padre Charbel, toda otra grandeza debe inclinarse; no agregaré ningún título”. Era el día 3 de mayo de 1950.

Las ondas misteriosas de la plegaria del “caso Charbel” no dejan de recorrer la tierra y sacudir al mundo. En menos de dos años, ciento treinta y cinco mil cartas de noventa y cinco naciones llegaron al museo del pobre monje, que no sabía más que rezar, callar, obedecer, y hacer penitencia. Estas cartas contenían objetos que sus dueños piden que se coloquen sobre el féretro, y que les sean devueltas después, o solicitaban una reliquia, una imagen, una brizna de hierba. Algunas expresan su reconocimiento por favores obtenidos. Se siente el palpitar a través de las líneas, la esperanza de una  curación o de una conversión. Casi todos los peregrinos que se dirigen hacia oriente y tierra santa, pasan por Annaya, saben que el alma religiosa del libano se encarna en sus lugares santos, en nuestra señora de Libano, y en el valle santo de Qadicha.

Numerosas son las curaciones registradas en el monasterio de Annaya. Es imposible mencionarlas todas. Para la beatificación de un servidor de Dios la iglesia no exige más que un auténtico milagro. Ya en vida, le eran atributos hechos maravillosos. Pero es después de su muerte, precisamente a partir del 22 de abril del año santo 1950, que el ermitaño ofrece al mundo con real generosidad, la multiplicidad de sus prodigios. Entre los enfermos hubo: Ciegos, sordos, mudos, paralíticos, cancerosos y dementes, que son de todas las religiones y de todos los países. Dios opera sus prodigios a través del toque del cuerpo de su servidor, o por la unción hecha con el líquido que supura de sus preciosos restos, o por su ropa. Pero este poder Divino que fortalece y sana no se limita solamente al cuerpo. Son sanadas sobre todo las heridas del alma, es en efecto la conversión de las almas la que descubrimos a menudo a través de las curaciones de Annaya. La enfermedad y la fe han dado aquí cita. Toda esta miseria amontonada golpea suplicante las puertas de la misericordia. Ciertamente no todos estos enfermos han sanado, pero si todos han retornado aliviados, felices, alabando a Dios y su “Qiddis”, su Santo.

El 7 de agosto de 1953, una nueva exhumación tuvo lugar para disipar toda duda. Con la presencia de una alta y amplia comisión eclesiástica, se procedió a la apertura de la tumba. El instante fue conmovedor. Una multitud impaciente esperaba delante de las puertas del convento. Los expertos examinaron la caverna que tenía el féretro de un zinc seriamente oxidado. Todo estaba seco salvo la parte inferior mojada del féretro, que fue transportado a una sala, y se abrió bajo la atónita mirada de los presentes. ¿Que han visto? ¿Un cadáver? No, pues un hombre dormido, un monje vestido de ornamentos sacerdotales. ¡El cuerpo inodoro, continúa sin ningún rasgo de descomposición, y la inexplicable sudación no ha cesado!. Lo tomaron y lo colocaron sentado, los brazos y las piernas se fletaban y la cabeza conservaba su movilidad. Cambiaron su ropa, y antes de ponerlo en un nuevo féretro hecho de madera de cedro y vidrio, brindaron el privilegio de que que los presentes se acercaran para besarle la mano y sentir entre sus dedos una carne tierna, casi palpitante y tibia. Una extraña emoción que sacudió a los fieles en aquel entonces.

Hay personas que dicen que nuestros días no hay milagros. ¿Qué le falta a esta gente? Acaso en Annaya, para no hablar de Lourdes, ni de Fátima, ni de cientos de otros lugares, Jesucristo  ¿no repite sus gestos de bondad y de perdón? Tratemos de ver con toda objetividad lo que pasa en Annaya, estos hechos que no dejan de provocar cierta extrañeza. He elegido algunos casos para relatar brevemente, para que el lector juzgara sobre ellos, o que los hechos hablen por sí mismos.

La curación de un reumatismo crónico: El 10 de agosto 1926, María Zuein de Yahchouch, atestiguó su curación. Tras su primer parto María sufrió de un reumatismo tan grave que no podía mover ni las manos ni los pies. Un día que estaba sola con su bebe, este cayó al fuego de la chimenea. Enloquecida, pidió socorro, pero nadie la oyó. Arrastrándose como pudo, logró, con sus dientes, sacar a su hijo del brasero. Como ningún médico lograba aliviarla, sufrió una crisis de nervios y desesperanza. Al enterarse del nuevo santo, pidió que le transportaban para Annaya, allá rezó con fe, lloró y solicitó su curación. De pronto, sintió que sus brazos recobraban fuerza. Insistió con más fervor aún, entonces movió normalmente sus brazos, se puso de pie, y camino ¡Estaba completamente curada!

Otras dieciséis curaciones interesantes, han sido registradas y analizadas por la comisión de 1926.

Pasaremos a las notorias curaciones de 1951. Una religiosa de la congregación del sagrado corazón atestiguo: “Yo Sor María Abel del pueblo de Hammana, fui muy sana, pero a la edad de 23 años empecé a sufrir fuertes dolores de estómago, e iba de mal a peor. Lo operaron de la ulcera dos veces, pero su estado se empeoró. Los sufrimientos aumentaron a lo largo de catorce años y su cuerpo se ha visto debilitado, se paralizo y llegó a un estado desastroso, y a punto de morir, recibió la última unción. Al oír hablar de los milagros del padre Charbel, pidió que intercediera por ella. Soñó con él rezando y lo bendijo. Este era un aviso del cielo. El 11 de julio de 1950 se dirigió en silla de ruedas con varias hermanas religiosas a Annaya, allá quedó varios días recitando delante de la tumba la oración que todos los enfermos repetían con una ardiente imploración. Sintió unas gotas de agua sobre el nombre grabado de Charbel, ¡las tomó con un pañuelo y con ellas frotó las partes adoloridas del cuerpo y se levantó y camino y las campanas empezaron a repicar para celebrar la curación y agradecer a Dios y su gran servidor!

La curación a continuación constituye, a causa de su importancia, el segundo milagro retenido para la beatificación del padre Charbel, el primero fue el del sor María Abel que adelantamos.

Iskandar Obeid era un herrero de Baabdat, perdió la vista, tras un golpe que destruyó la pupila. Era necesario la extirpación del ojo enfermo. Tras de trece años, Iskandar perdió toda esperanza pero rezaba y se comulgaba todos los días esperando una señal de Annaya. ¡Una noche vio en sueño un monje que le dijo de ir al monasterio y será sanado! Iskandar partió y pasó todo un día y una noche rezando junto a la tumba del padre Charbel, al día siguiente asistió a la santa misa y recibió la comunión y retornó a su casa. Sintió nuevos dolores, y repetía que está seguro que sanará si Dios quiere. El dolor se agravaba, pero rehusó ver a un médico, diciendo que el padre Charbel es desde ahora su único médico. Durante su sueño se creyó transportado al monasterio de San Moisés, una casa de la orden del padre Charbel, para descargar un camión, le parecía que el conductor le clavaba una barra de fierro en el ojo, del dolor lanzó un grito y despertó bruscamente. Su mujer temerosa le preguntó ¿qué tenía? y él le contestó: “Nada, tápame tengo frio”. Volvió a dormir y esta vez soñó que estaba parado delante de la iglesia del monasterio, y se le apareció un monje y le preguntó ¿qué le pasaba y tiene tiempo de estar allí, y porque no le ha prevenido de que tiene un mal en el ojo para venir a curarlo? Con estas palabras el monje se retiró un instante, luego volvió y dijo a Iskandar: “Te voy a poner este polvo en el ojo. Experimentaras un dolor atroz y tu ojo se hinchará, pero al final sanaras”. Colocando el polvo el monje desapareció. Aún en el sueño, Iskandar ve el nombre del padre Charbel inscrito sobre el asfalto. Lanzó un grito agudo y despertó, pidiendo a su mujer que viera si su ojo esta hinchado, y en efecto, si, y mucho. Entonces se produjo la siguiente escena de alegría: Iskandar pidió a su mujer traerle la imagen del padre Charbel, miró la imagen con el ojo enfermo cubriendo el otro con un pañuelo, y haciendo la señal de la cruz, dijo: “Ven, estoy curado” Los vecinos acudieron y todos con una voz conmovida alaban a Dios y rendían fervientes acciones de gracias. Una encuesta canonica fue constituida, esta concluyó que se trataba de un milagro. Todo el pueblo de Baabdat atestiguó que el herrero Iskandar era tuerto, porque el iris deteriorado no permitía el paso de ningún rayo de luz, y que había recuperado EL ojo perdido con la intervención del padre Charbel.

Escribir sobre los innumerables prodigios del ermitaño de Annaya requiere de libros, entre otros recordamos: El prisionero musulmán curado, la curación de Akl Wakim, la curación de la Jorobada Muntaha Boulos, un muerto resucitado, la curación de un enfermo que tenía una pierna más corta de otra, la curación de la señora del cónsul general de Francia en Líbano… y juntos centenares de atestaciones médicas e infinitas declaraciones de testigos.

El bienaventurado Charbel no tardó en cumplir un nuevo milagro, que fue retenido por la iglesia para su canonización: Miriam Awad de Hammana sufría de cáncer en la garganta, los médicos declararon su incapacidad de tratarla. Rogó al bienaventurado Charbel y obtuvo en 1967 su curación a través de su intercesión. A raíz de este milagro, el papa Pablo VI, firmó la decisión del proceso de canonización que fue proclamada en una ceremonia mundial el 9 de octubre de 1977. A continuación, unos extractos de la homilía pronunciada por su Santidad en dicha ocasión: “La iglesia entera está invitada hoy día a festejar una gran alegría. Nuestro corazón se vuelve hacia el cielo donde sabemos desde ya con certeza, que Charbel Makhlouf está asociado a la dicha inconmensurable por nosotros. Nuestras miradas se tornan también hacia su querido país donde él vivió, el Líbano. Este país que ha sido saludado con admiración por los poetas bíblicos, impresionados por el vigor de los cedros transformados en símbolo de vida de los justos. Jesús mismo vino a Líbano para recompensar en él la fe de una mujer sirio-fenicia: Las primicias de salvación destinadas a todas las naciones… Hemos venerado hoy a un hijo del cual todo el Líbano puede estar orgulloso, Charbel Makhlouf, un hijo muy singular, un artesano paradoxal de la paz, puesto que la buscó aislado del mundo, solo en Dios del cual estaba embriagado”.

No es necesario trazar nuevamente en detalle la biografía del santo CHARBEL, y el interés particular de la vocación eremítica, en su búsqueda incesante solo de Dios… Bendícenos Dios por habernos dado a San Charbel que continúa ejerciendo su prodigiosa influencia en la iglesia universal. Que interceda por nosotros, por nuestro querido Líbano y nuestro lindo México, y por el mundo entero, que los ayude a sobrepasar las dificultades actuales, a marchar con esperanzas, que los oriente hacia una vida buena y justa. Que la luz brille en Annaya, reuniendo a los hombres en la concordia, y guiándolos hacia Dios, quien contempla desde ya en la Felicidad eterna.  AMEN.

 

(*) – Texto adaptado por Nabil Semaan, para describir “Los prodigios de San CHARBEL”. Citando de referencia el libro:”Charbel: Un hombre embriagado de Dios”, cuyo autor es el padre Pablo Daher, páginas del 12 al 37, y de la 143 al 180, publicado por el monasterio de San Charbel – Annaya Líbano, 2009.