LOS DIOSES DE LA ESCRITURA
Mucho antes de la confusión lingüística registrada en las literaturas orientales, el hombre quiso comunicarse con lo divino a fin de interrogarle, preguntarle el porqué de las cosas, de los objetos, de la naturaleza de la vida, pero sobre todo, inquirirle acerca de su origen, indagar sobre la razón de su existencia, en un mundo regulado por esa desconocida fuerza primaria que le aventajaba en todo.
Pero la divinidad no respondía a sus reclamos, los dioses permanecían mudos a sus ruegos, las deidades eran indiferentes a sus plegarias, las supremas potestades le abandonaban a su suerte; no era suficiente el habla para establecer contacto con los inmortales. En vano los hombres exhortaban a la realeza de los cielos: “(¡Escuchad, dioses que estáis en los cielos) y en la Tierra sombría! ¡Escuchen los poderosos dioses (…) Nara, (Napshara, Min) y, Ammunki!. ¡Escuchen Ammezadu ( y los dioses antiguos) los padres y las madres (de los dioses)! ¡Escuchen (Anu y Antu), Ishjara los padres y las madres! ¡escuchen en Enlil ( Ninlil) y los dioses firmes y poderosos. En los días antiguos, Alalu era rey del cielo!…”
Entonces el hombre, al servirse de su propia obra, se sintió pequeño y, no pudiendo responder adecuadamente a sus interrogaciones llegó a la desesperación al no poder definir esa vaga presencia de algo superior que no conocía y de cuyo aspecto no tenía la menor idea. Así, sin haberle visto jamás, y rodeado de misterios y preocupaciones por algo imaginado que no tenía cabida en su entendimiento, terminó por aceptar con resignación que todos los objetos y las cosas que sus manos producían, que su mente y su cerebro concebían, eran ajenos a él mismo y que, en realidad, provenían de ese ser altísimo que no podían mirar: incluso él, amo de la naturaleza, terminaba fatalmente por ser propiedad de lo divino, él y con él, “cada color, cada piedra, cada ser viviente, pertenece a un dios”.
En otros términos, todo lo que el hombre produce y concibe, todo cuanto sale de sus manos, de su entendimiento, procede de los dioses, su origen no puede ser otro que místico, un origen divino; es un dios quien las ha creado “empezando por el lenguaje y la escritura, condiciones primordiales de todo comercio humano y de toda humana comunidad. El dios de cuyas manos brotó la escritura ocupa siempre un lugar privilegiado en la jerarquía de las fuerzas divinas; Thoth, dios de la luna, es al mismo tiempo, en la mitología egipcia, el escribano de los dioses y el juez de los cielos. Es él quien hace saber a los dioses y a los hombres lo que les conviene hacer como depositario de la medida de las cosas. El lenguaje y la escritura pasan por ser el origen de la medida, por prestarse mejor que nada para retener lo fugas y lo mudable, sustrayéndolo a la acción del acaso y de la arbitrariedad”.
La escritura también recogió la extraña mezcla de alegría y de tristeza, de aquel que comprende su fugaz paso por el Universo. Los Aztecas habían hecho intentos muy significativos para atrapar su pensamiento, el cual se había preservado como dijimos antes, por informantes orales que supervivieron al desastre que produjo la invasión española. Un ejemplo son los siguientes fragmentos del concurso de poetas en casa de Tecayehuatzin: “vuestro hermoso canto es el del dorado pájaro cascabel…oh tú, ave preciosa del dador de vida, oh tú que has modulado el canto: has visto la aurora y al punto te has puesto a cantar…¿conque he de irme, cual flores que fenecen? ¿nada será mi nombre alguna vez? ¿nada dejaré en pos de mi en la tierra? ¡Al menos flores, al menos cantos! ¿cómo hará mi corazón? ¡ay, en vano hemos venido, en vano hemos brotado sobre la tierra!”.
¡En vano hemos brotado sobre la tierra!, otra vez la misma desesperación, la misma impotencia de no poder vivir sin aceptar el breve tránsito por la vida. Así, en el antiguo Testamento hebraico Job anhelaba “que escribieran sus palabras y se consignaran en un libro (y) que con un punzón de hierra se grabase sobre plomo, o en la piedra (y) se escribiesen para siempre”. La comunicación hombre-Dios, poeta-musa, y cantor-escucha, ya aparece en los poemas homéricos; se infiere desde el inicio cuando el aedo dice: “Canta diosa, la cólera del pelida Aquiles” y “Dime musa, del varón de multiforme ingenio”.
Esos símbolos de las palabras habladas con que Aristóteles definió a la escritura, esa pintura de la voz como la llamaba Voltaire, ese medio sagrado de comunicarse con los espíritus divinos y con los antepasados reales, al decir de los chinos antiguos, proceden de los dioses y son los dioses del cielo quienes lo han comunicado a los hombres. Sócrates en su famoso diálogo de la belleza, le cuenta a Fedro que hubo un dios egipcio en las cercanías de Naucratis, llamado Teut. “Se dice que inventó los números …y la escritura”. Teut (Tot, Thot, Tautos, Thor, Tao, Tor, etc) cuya leyenda cultural recorrió el mundo, era hijo de Misor y descubrió la escritura del alfabeto, al decir del sacerdote Sanconiatón de Beirut que había compilado las creencias de la religión fenicia. Tot, cuyos atributos permiten asimilarlo al Hemes-Mercurio de la mitología grego-romana, es por la lengua-voluntad expresada por la palabra” creador del sistema en la mitología menfita y “patrono de la escritura” en la cosmogonía hermopolitana del remoto Egipto.
Curiosamente la palabra T’olt en lengua maya significa “esculpir, labrar, grabar en piedra, pintar, o sea, artífice que proviene de T’oh; labrar piedra con pico, devastándolas, T’oh ohtunich sería picapedrero o cantero”. Si pretender ninguna conexión fisiológica, no deja de llamar la atención que un T’ohtun maya pudiese escribir esculpiendo en piedra o madera. Tampoco debe desdeñarse la coincidencia que el nombre maya designara a la madre de Hermes-Toht en la religión griega, y que en maya o may signifique agua en las lenguas caldaicas-arameas, además de muchos nombres de la geografía y la literatura maya se correspondan con cierta regularidad, a vocablos inteligibles solamente en las lenguas de Oriente Medio. En el último diccionario maya editado, la voz Tataah, significa escritura u obra, y Tohkinatl Ts’IB significa corregir la escritura, palabras qye encierta medida estarán conectadas con el mencionado Tot, dios egipcio de la escritura, y mas curioso es que Tot signifique mudo en la lengua maya, en fin, sigamos diciendo que Cogolludo atribuye a Itzamna de los mayas, la invención de los caracteres que sirvieron como letras. Y Westheim menciona que uno de los múltiples atributos que Quetzalcoatl, el dios civilizador de los aztecas, era el descubrimiento de la palabra escrita.
Los babilonios semitas identificaron a su dios Nebo como el inventor de la escritura, aseveración superada en cuanto al ´pueblo semita, mas no en las cualidaes míticas del dios creador,, ya que “actualmente no subsiste duda alguna de que los sumerios inventaron la escritura más antigua por nosotros conocida”.
Para los persas, el dios creador de la escritura se identifica con Ahriman, el inventor de la palabra falsa, palabra del mal y segundo hijo del Eterno. Po último, en el Olimpo mesopotámico. Es, que junto con Anu y Bel, forma la trinidad suprema, en su carácter de dios de las artes y de las ciencias, “el creador de la escritura cuneiforme”.
Tomado del Libro CADMO, escrito por el Doctor Ulises Casab Rueda, seguiremos haciendo una serie de artículos sobre el mítico personaje que lleva el nombre del libro.