YO SOY LÍBANO (PARTE 12)

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LÍBANO Y EL SECTARISMO CONFESIONAL ÉTNICO
Del libro “YO SOY LÍBANO”
ANTONIO TRABULSE KAIM (+)

 

Rechazo o no que el ser humano acepte o no a sus congéneres por ideologías sectarias. Gibrán Kahlil Gibrán habla en sus libros El Profeta y El Jardín del Profeta, sobre las relaciones del hombre con el hombre, del hombre con la naturaleza y la del hombre con Dios. Estas últimas pertenecen a nuestro yo interno y deben ser colocadas en la parte más íntima y recóndita de nuestro ser.

El sectarismo fanático nos empequeñece y nos lleva al enfrentamiento maligno y destructor. Nacer dentro de una religión es algo fortuito. Si la practicamos bien seremos iguales a los creyentes de otra, pues todas nos llevan a ese Ser Supremo, al que los hombres llamamos Dios, que es el mismo y único en todas las creencias monoteístas.

En el Cercano Oriente hay caos por la división confesional. Imagínense lo que puede suceder en mi pequeño territorio con dieciocho comunidades y vecinos en guerra permanente; en Irlanda se han matado dos comunidades cristianas, en Irak lo hacen entre sunitas y chiitas y en Francia existen los odios raciales y religiosos de personas o grupos hacia los migrantes musulmanes. En la antigua Yugoeslavia, Croata, serbios y bosnios chocaron por ser católicos, ortodoxos y musulmanes, ¿qué no podría pasar en mis 10,452 kms cuadrados con dieciocho grupos religiosos? Mi pueblo sabe vivir con equilibrio y convivencia, salvo cuando motivos foráneos interfieren y rompen la tolerancia…

Se discute el choque de cultura del politólogo Samuel Huntignton y avivado por el fundamentalismo que, por cierto, no nació con los musulmanes sino con el Poder Blanco, el Ku Klux Klan, la asociación del rifle y los cazadores de la frontera, en EE. UU; que perdura vergonzosamente de los segregacionistas que mataron al presidente John F. Kennedy y al paladín de los derechos de la minoría negra Martin Luther King, y que se había enraizado en Europa y Asia con el genocidio armenio y la absurda supremacía aria del nacismo.

Asimismo la diferencia sembrada en Ruanda por los colonialistas entres Tusis y Hutus, que, siendo hermanos, llevó al sacrificio, en 1994, a un millón de hombres, mujeres ancianos y niños en solo tres meses, asesinados con palos, machetes o balas, ante la indiferencia del mundo. Violaciones en el Kongo, las Torres Gemelas, Irak, Afganistán, Siria, Paquistán, etc. Un mundo atroz. No habría espacios para enlistar las matanzas motivadas por los individuos que, con su estupidez, arrastran a pueblos enteros, suprimiendo las acciones sublimes del hombre: manos humanas legaron la piedad, de Miguel Ángel, la Gioconda, de Da Vinci, y la npvena sinfonía de Beethoven; escribieron la Odisea, de Homero; y las que construyeron la Muralla China, Baalbeck, la Pirámide de Giza, las que forjaron Teotihuacán, Palenque y Machu Pichu, pero que también han denigrado a su género con el narco tráfico en Adfgansitán, EE.UU., Colombia, México, y el mundo entero; las purgas Stalinistas, las masacres de Canaá, o la limpieza étnica serbia, entre otras muchas posteriores y anteriores, que sería imposible enlistar.

La discriminación y el sectarismo, y en especial el étnico y el confesional, ensombrecen la vida humana. Quizá los investigadores de la conducta humana puedan explicar tales engendros y sus causas. Yo, Líbano, no utilizo para ello sino la palabra estupidez. Y nunca aceptaré las refriegas que se dieron entre mi pueblo en los siglos XIX y XX, y lo que lleva del XXI, con consecuencias aciagas en cada régimen político, sobre todo desde la guerra civil, de las invasiones y de la liberación.

No es posible, al menos en la mente de millones de congéneres pensantes que un ser humano pueda ser tan reaccionario y lo que es peor, tan sectario. Yo, Líbano, creo firmemente en las palabras de Gibrán:

“TODA LA TIERRA ES MI PATRIA, Y TODA LA RAZA HUMANA, MI TRIBU”.

La religión nos da la fe e intenta que lo inexplicable, sea explicable o al menos dogmático. Es absurdo que un hombre defienda las creencias de su grupo religioso por el deseo de tener una identidad que en realidad ya posee. Mi pueblo ha sufrido desde tiempos remotos hasta hoy, las peores amarguras.

Todo ello debe alejar a mis hijos y a todos los seres humanos de buena voluntad, de las posiciones políticas basadas en la religión, a no creer en líderes encubiertos en el ropaje del sectarismo heredado de los otomanos y de los colonialistas disfrazados de protectores. Declinemos todo lo que habilite el sectarismo religioso o étnico.

Yo, Líbano, quiero vivir unificado a pesar de los sectarios, recomponer la vía que llevé a mis hijos a gritar “QUE LA RELIGIÓN EN PARA DIOS Y LA PATRIA ES PARA TODOS”. Pero es necesario reavivar la memoria histórica de los dos siglos pasados y no ser ya rehenes de criterios obsoletos, enemigos del judaísmo, del cristianismo y del islamismo.

El que dice ser mi hermano no lo es, porque piensa diferente. Y debería serlo. Porque el ser humano, al nacer, no elige una religión. Eso lo define el seno de la familia por los que es algo fortuito. Además, aquilatar los valores de una persona por confesión religiosa es totalmente inaceptable, tan solo característico de pensamientos caducos y de mentes rancias.

Yo, Líbano, amo a mi cultura, a mi crisol confesional y a los deseos de vivir que tiene mi pueblo. Literatos, pensadores y filósofos libaneses, musulmanes o cristianos, como Gibrán, Naimy y Rihani, antes, o Shehade, Nadia Tueni, y Amir Maalouf, ahora, han rechazado en sus escritos toda forma sectaria.

La discriminación anula la sabiduría y el intelecto. Se pierde nivel a pesar de adquirir maestrías y doctorados. Y lo que es peor, los sectarios heredan su odio a las nuevas generaciones musulmana, druzas, cristianas o judías contagiándoles con su nefasta intolerancia, que ignominia pura, y que nadie debería aceptar bajo ninguna circunstancia, concepto o razón.

¡NO AL SECTARISMO, NO AL RACISMO, NO A LA DISCRIMINACIÓN Y NO AL EXTREMISMO  CONFESIONALISTA!