LOS CRUZADOS
ANTONIO RABULSE KAIM (+)
El Cercano Oriente, concretamente el Desierto del Sinaí, Palestina y Arabia, fueron cuna de las tres grandes religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islamismo. El cristianismo envuelve a Europa y, con rara lógica los poderosos y más ricos europeos rechazaron que el territorio original de su religión estuviera en manos que, para ellos eran paganas, y decidieron conquistarme junto con Siria y Palestina. Sus expediciones militares fueron las guerras llamadas cruzadas porque los combatientes colocaban una gran cruz de color rojo en su ropaje. Hubo conocidos italianos que las utilizaron para tener factorías en el Cercano Oriente y también señores feudales europeos que pretendieron enriquecerse con esas tierras. La primera cruzada, a iniciativa del Papa Urbano II inició con admirable fervor de cristiandad y terminó con una cruel matanza de judíos.
La segunda, inspirada por San Bernardo de Claraval, fracasó por las intrigas latinas que socavaron la autoridad de Conrado III y de Luis VII, de Francia. La tercera, del Papa Gregorio VIII, declinó por luchas internas, brillando el legendario Saladino y su valiente rival Ricardo Corazón de León, quienes firmaron un tratado para el libre acceso a la ciudad santa de Jerusalén (ciudad de la paz). Y así hasta la novena, que para muchos fue prolongación de la octava, cuando el príncipe inglés Eduardo, quien sería el Rey Eduardo I, encabezó a sus simpatizantes sin lograr nada, pues terminó con la caída de San Juan de Acre, en manos de Khalil, en 1921, finalizando con ello la aventura.
Decían que su meta era difundir el cristianismo. Y en el Cercano Oriente había cristianos que pensaban como ellos y que se les unieron en su lucha como arqueros. La pasión envolvió a los iberos, que aprovechando la hazaña de Colón, extendieron su fe en América. Los cruzados tomaron Antioquía y Jerusalén. Los europeos encontraron comercio, gente pulcra y algo que les pareció espléndido: el baño turco. Adoptaron muchas de sus costumbres; las alfombras árabes fueron exportadas a Europa y las damas europeas lucían turbantes y velos, y usaban el kégel, famoso delineador árabe para adornar los ojos.
En Homs inició su debacle. Los árabes los batieron con solo 600 soldados, simulando que tenían un gran ejército al usar trompeteros, cimbalistas y tamborilearos, perturbando a los cruzados antes de pelear, estrategia que adoptó Europa con las bandas militares. Luego de San Juan de Acre, los cruzados volvieron a su patria con un tesoro cultural, médico y, sobre todo, con el adelanto intelectual árabe: números, sistemas para trabajar el vidrio, telas, molinos de viento y aromas con todo los cual iniciaron el renacimiento.
SALAH AD – DINE AL AYOUBI
(SALADINO)
ANTONIO TRABULSE KAIM (+)
He oído tantas cosas buenas de Saladino que me gusta más que tu maldad, dijo Eleonor de Aquintane a su esposo Luis VII la valentía del árabe Youssuf nacido en Tikrit, Mesopotamia, sultán de Egipto y Siria, así como sus actos épicos, lo volvieron codiciado. Pero él solo deseaba liberar al Cercano Oriente y llevar su poder a Egipto, Siria y Europa. Murieron Noureddin rey de Damasco y Amauri, rey de Jerusalén, pero él derrotó a los cruzados en Tiberíades, en 1187; tomó Acre, Jerusalén y Ashkalón. En la tercera cruzada perdió Cesárea y Jaffa, pero obligó a Felipe Augusto y a Ricardo, a aceptar una tregua. Ricardo I, a quien llamaban Corazón de León, nació en el palacio de Beaumont, en Oxford, el 8 de septiembre de 1157; reinó en Inglaterra de 1189 hasta su muerte en 1199 y fue una leyenda para los cruzados.
Saladino era noble y valiente, virtudes no gratas para el viejo de la montaña, jefe de los fanáticos Hashasin (asesinos), adictos a la droga conocida como Hashish, que aterrorizaba en Siria. Querían matar a Saladino pero su daga falló y el viejo de la montaña vio su ocaso y muerte. Saladino fue un Sultán afectivo, honorable y justo. Cuando supo que Renaud de Chatillon, señor de la fortaleza de Petra era un cleptómano que robaba caravanas se enfureció. Sometió al ladrón quien le prometió no hacerlo más, pero al poco tiempo atacó a la hermana de Saladino. Renaud secuestró a la mujer y el sultán atacó a los cruzados de Hattin, entre Nazareth y Tiberíades la lucha se expandió y los cruzados salieron de la región.
A Trípoli los cruzados entraron en 1099, con Raymond de Saint Gilles Conde de Toulouse, quien murió en 1105 y fue enterrado bajo el calcinado castillo que él construyó con majestuosidad. Su hijo, Beltrán de Toulouse, tomó la urbe pero fue posteriormente derrotado, el último cruzado salió de Trípoli en 1291, instalándose alguno de ellos cerca de Chipre.
LOS MAMELUCOS
ANTONIO TRABULSE KAIM (+)
Pero las invasiones a mi territorio continuaron, llegando los mamelucos, cuyo nombre deriva del vocablo árabe mamluk que significa esclavo y que se aplicaba a los cautivos turcos, turcomanos o cicasianos que formaron una casta para dominar Egipto. Este dominio permaneció 700 años con influencia política en la zona. En el siglo X, el sultán Najm – Ed – Din El Ayoub formó con ellos su guardia personal, pero en 1250 lo mataron para dar el poder a su líder Aybak. Surgen dos especies de custodios. La de los mamelucos bahrics, de 1250 al 1382, con mongoles y turcos, y la de los buryíes, mamelucos de origen circasiano del 1382 hasta el 1517, que eran circasianos del Cáucaso. Bahrí y buryí derivan de los sitios en que acantonaron las milicias que luego conquistan el gobierno. La casa bahríe, en 1250, abre la sucesión que produjo la conquista de tierras y el progreso egipcio.
Luego de 1341, el mando del sultán bahríe fue otorgado a la milicia y, en el 1381, el primer gobernador buryíe llegó al trono. Su gobierno y el de sus herederos tuvieron luchas internas e invasiones, lo que trajo la derrota de Egipto por el sultán otomano Salim I. El poder turco estaba en manos de un bashá, pero el mando real lo ejercían los beys mamelucos, en distritos o provincias de menor grado. (Bey, título nobiliario otomano heredado en las tierras del imperio).
Napoleón I dominó a Egipto y liquidó a los mamelucos en la Batalla de las Pirámides, en julio de 1798. Los franceses evacuaron Egipto en 1801 y los mamelucos lucharon contra los otomanos, perdiendo frente a Mehmet Alí en la lucha que se dio en El Cairo, en 1811, cuyos supervivientes escaparon a Nubia, al noroeste de África, a ambos lados del Valle del Río Nilo, entre Asuán en Egipto y Jartum, en Sudán.
El mongol Amir Tamir, llamado Tamerlán I, un auténtico depredador y amante de la destrucción, por cierto descendiente de Gengis Khan, fue el jefe del ejército tártaro que sitio a Damasco en 1401. A Siria, a Palestina y a mi territorio llegaban las temibles historias del amo del Turquestán, conquistador de Persia y del Asia Cenral, que alcanzó a Moscú e India y sacrificó a Delhi. Analizando su crueldad y para impedir que inmolara a Damasco, se enviaron mensajeros para discutir una tregua. Tamerlán exigió un alto rescate y lo obtuvo. Pero todo fue un engaño y la ciudad siria fue saqueada e incendiada. Sus domos sedugeron a Tamerlan I, quien construyó réplicas en Samarkanda, su ciudad, que a la postre fue un modelo para templos y palacios indios y para la arquitectura rusa.
Los domos del Taj Mahal y del Kremlin son una remembranza de los damasquinos. Tamerlan apreció el valor artístico de Damasco y llevó talladores, arquitectos y trabajadores del vidrio a Siria. Trípoli se conservó como modelo de urbe islámica con el refinamiento medieval en sus monumentos.