YO SOY LÍBANO (PARTE 30)

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MI INDEPENDENCIA
ANTONIO TRABULSE KAIM (+)
 
El hombre nace libre,
Pero en todos lados está encadenado.
Jean Jaques Rousseau

 

El filósofo, teórico político y social, músico y botánico, Jean-Jaques Rousseau nacido en Suiza en 1712 y muerto en Francia en 1778, quien fuera uno de los escritores más elocuentes, del Siglo de las Luces, decía que: la condición de la libertad es inherente al ser humano, una faceta inevitable de la posesión de su alma y su sabiduría; toda interacción social posterior al nacimiento implica pérdida y libertad, voluntariamente o no. Si el hombre idealiza y lucha por lo que quiere, sus sueños pueden ser realidad. La inacabable lucha libanesa por mi independencia, presentó facetas no fáciles de resolver.

 

Por un lado del Mandato una especie de contrato incrustada en el derecho internacional, ordenado por la Sociedad de las Naciones, en la cual se decidió que Francia lo ejerciera sobre Siria y sobre Líbano, en cada uno de los dos países tuvieron la capacidad para gobernarse solos. ¡Un acto de abuso y de soberbia colonialista revestido con el disfraz de la legalidad!

Con la Constitución del 23 de mayo de 1926, mis hijos mostraron tener las bases para su soberanía. Es la Constitución más antigua de las vigentes en Medio Oriente y, a pesar de sus enmiendas, sobrevivió al mandato, a la Segunda Guerra Mundial, a lucha por mi independencia, a la revuelta civil de 1958, a la guerra de 1967, a los tratados de El Cairo de 1969, a los sucesos de Jordania en 1970, a la guerra regional de 1973, a la guerra civil de 1975, a la ocupación israelí de 22 años, a la presencia militar siria de tres décadas, a la tragedia de verano de 2006, a los estudios terroristas de Fatah El Islam y a los hechos que vendrían posteriormente.

Hubo reformas y se enfrentaron los intereses de los beneficiados económicamente con el mandato, con los simpatizantes de Francia pero sin Francia adentro, con los panarabistas, con los partidarios de Siria, etc; fuera de los primeros, había un repudio general a la presencia mandataria gala. En 1935, un conocido personaje favorable a Francia, el patriarca maronita Antoine Boutros Arida causa conmoción al exigir que termine esa tutela. En 1936 hicieron lo mismo los diputados opositores libaneses y el mismo gobierno. Pierre Venot canciller francés, dio seguridades al presidente libanés Emil Eddé, firmando un tratado el 13 de noviembre de ese año. El jefe de la oposición, Shaikh Bechara el-Khoury, dijo ante la Cámara; Esta es la carta de la libertad a la que hemos aspirado. Pero la alegría fue efímera, ya que los serviles del mandato obtendrían de las cámaras francesas la posposición indefinida de la ratificación del tratado. En septiembre de 1939 se dio una nueva relación cuando el Alto Comisario Gabriel Puaux, diplomático y político galo, suspendió la Constitución so pretexto de la guerra en Europa y limitó los poderes del presidente, disolvió el Gabinete y nombró a un Secretario del Estado, un anciano de la época otomana con un consejero francés. En 1941 renunció el presidente Eddé. Actitudes draconianas de un mandato débil y repudiable, que solo ayudaron a demolerlo, pues el gobierno galo ya no era representativo luego del 25 de junio de 1940 cuando el armisticio lo puso bajo control ítalo-germano. Un año después, las tropas inglesas y de la Francia libre lucharon por expulsar de mi territorio y de Siria al ejército de Vichy. El Delegado General de la Francia libre pidió al gobierno libanés provisional de Alfred Naccach, tomar por el momento las prerrogativas del presidente de Líbano para remitirle la Declaración de Independencia, lo cual hizo el 26 de noviembre de 1941, afirmando que: Líbano goza desde ahora de los derechos y obligaciones inherentes a la calidad del estado independiente y soberano. Reconocieron mi ndependencia Estados Unidos, Checoeslovaquia, Gran Bretaña y Bélgica. Dentro del país había quienes intentaban retomar el mandato por lo cual los ánimos políticos se polarizaron entre cuatro grupos enfrentados:

  1. Las juventudes libanesas, con su sentido de identidad nacional, encabezadas por el Partido Kataeb (falangista), que difundía sus ideas en el seminario Acteon.
  2. Los nacionalistas árabes, antagónicos de Francia, con sus líderes Riad Solh y Abdel Hamid Karami, que se sumaban al movimiento independentista sin reservas.
  3. El grupo de Jeque Beshara el Khoury, moderadamente anglófilo, ofrecía ciertos lasos políticos en Egipto, Siria e Irak, a cambio del reconocimiento a la Independencia.
  4. Contrario al anterior, el bloque de Emile Eddé, que se inclinaba hacia el tratado franco-libanés de 1936.

Sin embargo, todos daban su preferencia a mi interés supremo: ser una nación libre y soberana.

El 21 de septiembre de 1943 la Cámara de Diputados eligió al Shaikh Bachara El-Khoury como presidente de la república y este nominó a Riad Solh como primer ministro. Se tenía un parlamento plural y hubo una declaración ministerial histórica y conjunta que proclamaba:

  1. Fortalecer la unidad nacional, defender la entidad libanesa y cooperar francamente con los países árabes vecinos.
  2. Hacer efectiva la independencia controlando todos los servicios públicos y reformando la constitución para quitar restricciones, especialmente en su artículo 90.

El 5 de noviembre ante el estupor libanés, la comisión francesa en Argel intentó ganar tiempo para impedir la transmisión de poderes a Líbano y Siria. El 8 de noviembre los parlamentarios votaron por unanimidad la revisión propuesta en medio de la resistencia y el apoyo popular que mostraba que nada ni nadie frenaría este movimiento. El 11 de noviembre el embajador galo Jean Hellou, mandó detener al presidente, al primer ministro y a varios diputados, enviándolos a la población sureña de Rachaya. Mi población se declaró en paro general y el país se inmovilizó, hubo disturbios y mi pueblo unido organizó ruidosas manifestaciones, choques e insurrección lo cual mostraba a una nación cansada de engaños y decidida a conquistar su libertad a la que en ese momento veían cercana por lo que la comisión francesa en Argel dio marcha atrás y envió al general Charles Catroux a conciliar. El 19 de noviembre el ministro británico de estado, William Casey, fue a Beirut para entregar al comisionado Charles Catroux un ultimátum para inmediata libertad de los estadistas detenidos. Especial mención al ministro británico Sir Edward Spears, por la rígida posición que guardó en pro de los presos políticos de Rachaya. El 21 de noviembre, Francia restableció en sus funciones a los detenidos y al día siguiente el general Charles Catroux transfirió los poderes a los primeros ministros de Siria y Líbano.

Cierto que la llegada nazi significó violencia y un monstruoso genocidio en Europa, guerra de la que Francia  fue una de las peores víctimas. El mundo tuvo cincuenta millones de muertos y conoció la atrocidad del Holocausto, la existencia de los campos de exterminio nazis, en los cuales fueron sacrificados alrededor de seis millones de seres humanos, judíos, gitanos, etc; pero yo, Líbano fui caminando hacia mi independencia legitimada en 22 de noviembre de 1943, con un significado especial para un pueblo que, como el mío, sufrió milenios de invasiones y rapiña.

La soberanía es, para los libaneses, lo que el agua para el sediento. Esto explica la razón por la cual no deseo ser solo parte de un todo nebuloso que nada dice. Y también que eleven actualmente un grito angustioso cuando sigo padeciendo los ataques violentos de países y grupos externos e internos que desearían aniquilarme.

Desde que se me reconoció como estado soberano hice lo posible por ser participativo y respetuoso de las organizaciones y convenios internacionales. Colaboré en un mundo que establecía nuevas reglas luego del cataclismo en Europa y el Pacífico. Soy miembro de la Organización de Naciones Unidas donde uno de mis hijos preclaros, el Dr. Charles Malik, participó en la terna redactora de la Declaración de los Derechos Humanos. He apoyado la causa Palestina y he repetido que de no darle una solución justa, seguirá siendo un foco grave para la paz mundial. El tiempo me ha dado la razón, aunque como nación he pagado una cuota descomunal por tal conflicto, al convertirme, de 1975 a 1990 en el campo de batalla entre palestinos e israelíes y sus partidarios, cuando todas las divergencias de la región se dirimieron en mi suelo con actitudes extremas que hicieron estallar una guerra civil y de intervenciones, con un saldo de 180000 a 200000 muertos, más de un millón de heridos y desplazados, así como la destrucción de mi capital, Beirut, al igual que decenas de ciudades y aldeas severamente dañadas. Mi territorio, especialmente el sur, ha sido invadido varias veces y grupos terroristas como Fatah el Islam, inspirados por el fanatismo del movimiento internacional Al Qaida, han hecho correr la sangre de mis hijos y causado dolor en mi territorio de manera constante.

Soy una nación pequeña, carente de fuentes energéticas y mi riqueza es humana y natural. He conseguido importantes divisas con el turismo y una infraestructura bancaria muy competitiva, que me mereció el título de la Suiza del Medio Oriente por lograr la excelencia en el manejo de cuentas financieras internacionales y teniendo un puente sólido y seguro para empresas importadoras y exportadoras de productos entre oriente y occidente, lo que ha estado en peligro con la violencia de los terroristas y de los señores de la guerra.

Se que vivimos un mundo de intereses y de adoración al becerro de oro, pero no acepto que, por ser una nación pequeña, carente de las fuentes de riqueza que otras poseen en abundancia, se me despoje del mismo respeto que se da a las poderosas. Yo, Líbano, no permitiré ser pisoteada por ejércitos foráneos y sofisticados, máxime cuando nunca he enviado un soldado mío fuera de mi territorio. Exijo que sea el derecho internacional el que rija mis relaciones con el mundo, porque nunca he violado las reglas establecidas para la convivencia humana.

Basta de ocupar mi tierra y de violar mi espacio aéreo, basta de abusar de mi hospitalidad para crear estados violentos dentro de mi estado, basta de intervencionismos, terror y humillaciones. Basta de masacrar impunemente a mi población. Basta de forzar al exilio a mis niños y a mis jóvenes que han sido, y desean seguir siendo parte de un pueblo donde la cultura, el intelecto, la justicia, la hospitalidad, y la paz sean los elementos que normen sus vidas. Y por ello lucharán, con la pluma y el derecho, los libaneses residentes y los que viven en ultramar, la emigración y sus descendientes. Y sabemos que se les unirán los hombres de buena voluntad, aunque a veces el mundo se muestre sordo e impasible ante los gritos de ayuda de quien sufre el dolor humano.

 

Repito una y mil veces más:

Yo, Líbano quiero paz