Hacia un nuevo Líbano

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   “Un llamado de un ciudadano para que dejemos de distraernos en los callejones de la política, y para abordar nuestras diferencias, apuntando hacia una solución significativa: construir una patria”

Nabil Semaan .

 Sobra decir que la actual crisis que impide la formación de un gobierno, así como las crisis que la precedieron y que seguirán, no son más que un detalle en el contexto de una “crisis en la forma de pensar” y una distracción interna, con el objetivo de desviar nuestra atención de una serie de proyectos ajenos que pasan a costa del interés de nuestro país y nuestro futuro. ¿Cómo no? Y la escena es vergonzosa ante el estado de negación e indiferencia que estamos viviendo… ¡y el país de los cedros se ve abandonado hoy en su destino!

La crisis actual, en mi opinión, se parece más a una disputa entre socios en la administración de un condominio grande y antiguo, una disputa por el color de una de las puertas de sus habitaciones, mientras todo el edificio está agrietado y sujeto a colapsar. En vano buscamos una solución a través de la rehabilitación de este edificio, pues su restauración, en más de una ocasión anterior, ha implicado aplazar y agravar el problema, así como tampoco se puede esperar solución a través del derribo total del edificio, que puede conducir a su desaparición con su entidad e identidad, como lo reconocen todas las partes implicadas.

De vuelta a la historia de nuestro régimen político, y sus polémicas, con lo que hemos leído desde la proclamación del estado del Gran Líbano en el 1920, y lo que hemos sufrido en carne propia desde 1975, lo observo desde la perspectiva de que todavía se reproduce y se alimenta por “el odio político-sectario y la venganza”, y así se alternaron consecutivamente las eras del “Maronitismo político” y el “Sunnismo político”, y hoy estamos en la era del “Chiismo político” (gobierno dominado por los chiitas) en la que los halcones de nuestros hermanos chiitas, con la ayuda del exterior, están trabajando hoy como un grupo organizado, por los intereses de su secta, y para que todo el Líbano esté bajo su mando, al igual que lo que han hecho quienes los precedieron, en las eras anteriores de gobierno. Y nos falta recordar,

La primera conclusión: Es hora que aprendamos, después de las experiencias de cien años, que la lealtad a una secta en la política, así como pedir apoyo al exterior, revierte en detrimento de todas las sectas, rotativamente y sin excepción. Así que podamos observar que el oprimido del ayer, es el fuerte de hoy, y podemos esperar que el débil de hoy podría ser el halcón de mañana, y siempre bajo el techo de “El no Estado”, ya que el exceso de poder es la causa del exceso de debilidad, y los dos no se unen ni formaran una patria. Y mientras no existe el reconocimiento al derecho de cada uno a los demás, no hay forma para que nuestro supere sus sucesivos derrumbes, sin la afirmación de nuestra lealtad a nuestra nación, antes que nada.

La segunda constante, es que el libanés, a cualquier secta que pertenece, es un hombre de iniciativa, y por naturaleza es trabajador y exitoso en la mayoría de los campos, pero hablando a nivel individual. El individuo libanés logra tener un alto estatus que nuestra comunidad no alcanza llegar tal vez en los círculos de toma de decisiones mundiales, porque a menudo fracasa en su trabajo colectivo para la patria, y si acaso, llega a tener éxito temporalmente en su trabajo grupal , seria para la secta religiosa o partidista, cuando el soporte externo está disponible. Sí, digo con certeza que “en nuestro Líbano, muchas personas corren detrás del legado material que dejarán a sus hijos, y pocos ciudadanos están preocupados por la categoría de hijos heredarán para este país”. El individualismo en nuestro país toca a menudo el punto de extremo egoísmo, que no es menos dañino que el fanatismo sectario. Esto explica parte de la mentalidad de la coalición de la clase política corrupta transectaría, a expensas del pueblo y su bienestar general, y lo peor es la explotación de la corrupción por parte del exterior, con lo que significa debilidad en las mentes de los gobernantes, como una herramienta para comprar la soberanía y la dignidad nacional en el bazar de la compraventa de beneficios.

La tercera constante es que, en nuestra afiliación política, a menudo andamos con una lealtad ciega, o hasta fanáticos detrás de la persona del político. Somos políticamente un pueblo de glamour, jactancia, fanfarronería y venganza, somos políticamente un pueblo de corazones y no de mentes, un pueblo de especulaciones y no de pruebas, un pueblo de ilusiones y no hechos, y un pueblo de emociones en lugar de un pueblo de sacrificio y autoconocimiento, y esto es lo que explica nuestra insistencia en recompensar a la clase de los “semidioses” que gozan del monopolio del poder, a través de nuestra renovación ciega de su mandato en cada vencimiento electoral, en lugar de pedirles de rendir cuentas.

De entre las manifestaciones de la era de decadencia en la que vivimos, lo que presenciamos en las pantallas ya través de las redes sociales de debates repetitivos estériles, discursos convulsivos y exorbitantes, críticas y prejuicios, y los que se incrustan tras posiciones preconcebidas, un declive en el nivel de comunicación y ética, y la pérdida de las mentes en los estrechos callejones de la política, lejos de la esencia del problema, con imprudencia y desprecio de las mentes de las personas honestas. Nuestro diccionario político es usado por la clase política decadente, para aumentar la confusión en el entendimiento con el pueblo, o para desviar el problema a otros rumbos, al decirnos, por ejemplo, que el exterior presiona por medio de la economía para restarle soberanía a nuestro país o para la implantación de los palestinos refugiados en nuestro territorio. Como si fuera que el exterior es quien robó el dinero de los depositantes en los bancos. Los términos “democracia, soberanía, independencia, pacto, defensa de los derechos, progreso y similares” son utilizados por la clase gobernante para llenar las mentes débiles de interpretaciones confusas, que cada quien los entienda a su manera o de acuerdo a sus deseos. Y a final de cuentas, ocurre un intercambio de intereses a expensas del Líbano, su soberanía y dignidad y su curso histórico. Entonces, ¿hasta cuándo pretendemos progresar, mientras nuestras acciones confirman la corrupción? Como si fuera que el exterior es quien robó el dinero de los depositantes en los bancos. Los términos “democracia, soberanía, independencia, pacto, defensa de los derechos, progreso y similares” son utilizados por la clase gobernante para llenar las mentes débiles de interpretaciones confusas, que cada quien los entienda a su manera o de acuerdo a sus deseos. Y a final de cuentas, ocurre un intercambio de intereses a expensas del Líbano, su soberanía y dignidad y su curso histórico. Entonces, ¿hasta cuándo pretendemos progresar, mientras nuestras acciones confirman la corrupción? Como si fuera que el exterior es quien robó el dinero de los depositantes en los bancos. Los términos “democracia, soberanía, independencia, pacto, defensa de los derechos, progreso y similares” son utilizados por la clase gobernante para llenar las mentes débiles de interpretaciones confusas, que cada quien los entienda a su manera o de acuerdo a sus deseos. Y a final de cuentas, ocurre un intercambio de intereses a expensas del Líbano, su soberanía y dignidad y su curso histórico. Entonces, ¿hasta cuándo pretendemos progresar, mientras nuestras acciones confirman la corrupción? que cada quien los entienda a su manera o de acuerdo a sus deseos. Y a final de cuentas, ocurre un intercambio de intereses a expensas del Líbano, su soberanía y dignidad y su curso histórico. Entonces, ¿hasta cuándo pretendemos progresar, mientras nuestras acciones confirman la corrupción? que cada quien los entienda a su manera o de acuerdo a sus deseos. Y a final de cuentas, ocurre un intercambio de intereses a expensas del Líbano, su soberanía y dignidad y su curso histórico. Entonces, ¿hasta cuándo pretendemos progresar, mientras nuestras acciones confirman la corrupción?

Nuestro pueblo es el responsable de sus tragedias “así como nosotros somos y seremos gobernados”. Si el pueblo es realmente fuente del poder, esto significa que el pueblo es el primer responsable, y se supone que debe apoyar lo que más le conviene. nuestra gente no distingue entre el eficiente y el entrometido, entonces no distingue entre lo bueno y lo malo en todo. Así mismo, los políticos, que en su mayoría crecieron con principios en conflicto y son buenos para escaparse, son aptos para burlas y no para un trabajo serio.

¿Serviría en algo llorar sobre las ruinas, lanzar acusaciones descaradas, y dar vueltas en un círculo vicioso? Éstas no son las características de los hombres. Extrañamos a los estadistas que mantienen la moral y los principios por encima de todo. Pero me doy cuenta de antemano que decir esto provocará el ridículo de quienes no creen en la resurrección de este país a manos de sus leales hijos. El estadista que requerimos hoy: Es aquel que se mete a trabajar en silencio y con valentía, para encontrar soluciones y que da el buen ejemplo frente a las dificultades, debido a su fe en Dios, en las capacidades del Líbano y el éxito de sus hijos.

Ante la imposibilidad de restaurar o demoler este condominio, la posible solución disponible hoy en día, pasa por reconstruir este edificio, sin desplazar a su gente, es decir, reconstruir la patria de la convivencia y la identidad, con una mentalidad abierta, o sea con un pensamiento y visión futuristas, que requieren sabiduría y constancia en la recopilación de los elementos de construcción, y su buen manejo con imparcialidad y ética. El gran problema que, en mi opinión, dificulta el lanzamiento del movimiento serio para construir un país moderno (además de la necesidad inevitable de crear una estructura y programa común), radica en la falta de conciencia sobre los grandes potenciales y capacidades que nuestro Líbano guarda y nuestra desconfianza en lo que tenemos para avanzar hacia horizontes prometedores. Aquí quiero decir, como fiel ciudadano libanés: Quien piensa que el Líbano es un país pequeño, o que necesita del mundo, está equivocado, al contrario, el Líbano es un país grande y el mundo necesita de nosotros. Mis palabras no son una poesía, sino realistas y objetivas, y debemos trabajar con este alto espíritu moral de autoestima si queremos construir realmente. El imperativo de nuestra importancia nos pone en el ojo de la tormenta de los envidiosos. Somos dueños de una gema, pero subestimamos su valor y confiamos la gestión de sus asuntos a una banda de maquiavélicos que dominan el abuso de la confianza y las acciones que hacen a uno sonrojarse de vergüenza, ¡mientras que a ellos no les parpadea un ojo!

Nosotros, los libaneses, somos un pueblo creado para el comercio, los servicios, el turismo, las relaciones públicas, la literatura y el arte y la ciencia, así que estamos llamados a perfeccionar el dominio de las especialidades por las cuales fuimos creados. No estamos hechos para la guerra, pero sabemos cómo hacer una paz honorable. El libanés, que se encuentra esparcido por todos los rincones de la tierra, y que siempre ha dado el buen ejemplo de éxito, excelencia, amistad, lealtad y respeto a las leyes, y de ser arraigado a su patria madre, es un ciudadano de alto estatus, un noble benefactor que no mendiga. Es hora de que nos rebelemos como libaneses para establecer y confirmar nuestra lealtad a nuestra Patria como un paso obligatorio en el proyecto para el establecimiento de un estado de ciudadanía que evite las guerras a futuro, y para restaurar la posición de nuestro país como un vínculo entre Oriente y Occidente, partiendo de nuestro fundamental crédito que es nuestra firme confianza en nosotros mismos. Es hora de que esperemos de nosotros, no del exterior, a fín de imponer nuestro respeto sobre el exterior.

Nuestra revolución hoy tiene que ser para salir del atolladero, de la frustración, una revolución para cambiar nuestra cultura política y nuestro diccionario ambiguo, y adoptar la franqueza y la audacia como enfoque, en la recuperación de nuestra credibilidad, y para enfatizar sobre “El libanismo de Líbano” la Patria que dignamente nos merecemos.

Todo libanés, inmigrante o residente, debe valorar mucho el papel que juegan los medios de comunicación que creen en la resurrección de la patria libanesa, simultáneamente, cada ciudadano está invitado, desde su posición, a perseverar en dirigir la opinión pública de su entorno con el objetivo de establecer un frente amplio de cambio, o una conferencia permanente hacia el nuevo Líbano, dentro de un enfoque que lleva un proyecto y un programa claros, cuyo objetivo es de combatir el espíritu derrotista imperante y consolidar nuestra confianza en nosotros mismos. El libanés donde esté, está invitado a volver a la autenticidad, a los valores y a los intereses comunes, a renunciar a todo vínculo político comprometedor con el extranjero, y volver a estrechar la mano entre los hermanos libaneses para construir una patria moderna digna de sus hijos, esta es una invitación para romper el ciclo del odio y la venganza, una invitación a quienes se consideren ahora fuertes a ceder y comprometerse en aras de construir una patria única por la cual todos los sacrificios serán fáciles, una invitación para ser conscientes de las perspectivas de nuestra importancia y confianza en nuestro país, una invitación para detener el proceso de excluir a la gente preparada y forzarla a emigrarse. Así, podremos restaurar la confianza de los libaneses inmigrantes en su Madre Patria, y hacerlos partícipe en este proceso de construcción, pues nunca han quedado atrás por ser fuente de riquezas para este país, pequeño con su geografía, grande con la determinación de los fieles de sus hijos.

 

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 Nabil Emile Semaan – ciudadano libanés – LAE, con énfasis en mercadeo – Diploma de posgrado en teatro, estudios universitarios en ciencias políticas. Corresponsal de los noticieros de Televisa Eco en el Líbano 1990/1996.