LIBABEL

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LIBABEL

Por: Dida Sáab

 

El relato dice que la Torre de Babel fue construida con la intención de alcanzar a Dios, y por su soberbia en tan descabellado deseo, los hombres fueron castigados. Así es cómo Dios les hace hablar en diferentes idiomas, para que no pudieran entenderse.

La soberbia en Líbano y sus dirigentes inalcanzables va más allá de lo que podemos imaginar. No quieren alcanzar a los dioses, sino que ya se creen omnipotentes. Y aquí el castigo es otro, un nivel más adelante y difícil: hablar todos el mismo idioma para NO ENTENDERSE.

Dominar al detalle la situación de este país, los orígenes de los millones de conflictos y los factores que se entrecruzan en la época actual, es tan insólito como tratar de aprenderse las páginas amarillas o guía telefónica de cualquier país. Pero si nos sentamos frente a la realidad, dejando los sentimientos a un lado, podemos tener una visión un tanto objetiva y global. Y de igual manera nos enojamos más viendo cuánta mentira dice cada uno.

Al tratar de hacer uso de esa objetividad, es muy fácil darse cuenta cómo todos dicen lo mismo. Todos hablan de una patria seglar, sin distingos, todos hablan de una patria próspera, todos hablan de una patria sin corrupción. Todos hablan de una patria que no existe. O, más bien, todos hablan de SU patria, a su medida y conveniencia, y a sabiendas de que su rebaño los aplaudirá.

Líbano tiene 8 dueños que se dividen a partes iguales en dos grandes grupos: cristianos y musulmanes. Los 4 líderes políticos de religión cristiana no pueden ni sentarse en la misma mesa. Cada uno reclama ser el representante del mayor número de creyentes. Los otros 4 líderes no cristianos no se comportan de manera diferente. Dos son de la misma religión, y sus diferencias y zancadas son notables. Entonces vienen las preguntas: ¿Cómo puede haber convivencia, si entre líderes correligionarios no puede haber una conversación? ¿Cómo pueden tan siquiera mencionar la “convivencia” esos que, precisamente, son los que la impiden? ¿Convivencia? Ni siquiera en cada grupo en sí mismo hay convivencia.

Pero vayamos más allá y hablemos de las relaciones entre las diferentes creencias. Los dirigentes de este país quieren que vivamos “tolerando” al otro, pero sin convivir. Muestra de ello es que no quieren que existan leyes civiles y que sean las sectarias las que dominen el mayor porcentaje de la vida cotidiana. Mantener la división es la tarea diaria de los dirigentes. De esa forma, vivimos en una especie de comarca de pequeñas dictaduras. Y nuestra Carta Magna es otro suceso. La Constitución es un documento interpretable. Digna de Babel. Escrita en árabe, interpretada a conveniencia.

En Venezuela había un solo Chávez,” mal-opuesto” por una oposición en entredicho. Líbano tiene 8 dictadores, que hablan entre sí, mientras sus seguidores/feligreses pasan penurias. Estos 8 juegan a quererse, odiarse, a apoyarse y oponerse, a atacarse, insultarse, mientras el país poco a poco va dejando de serlo y va cuesta abajo por un barranco que no tiene fondo. Economía, educación, cambio monetario, gasolina, insumos, leyes, electricidad, sueldos, servicios…nada, nada funciona. El Estado, si es que existe, está completamente ausente.

Y ante el inminente fracaso de la gestión gubernamental, aún tienen la desfachatez de llamar a diálogo. ¡Válgame, Dios! ¿Diálogo? ¿Entre quiénes? ¿Entre ellos mismos? Lo que no han querido resolver en 30 años, ¿lo quieren resolver con diálogos? ¿Hoy? ¿Con un dólar que olímpicamente pasó de 1.500 a 32.000? ¿Con el dinero retenido en los bancos? ¿Con un sistema judicial hipertrofiado de política y sectarismo? ¿Con billones de dólares desaparecidos (repartidos entre ellos mismos) los cuales podían haber servido para generar electricidad en todos los países de la zona, y aquí la electricidad está ausente sin brillar? ¿Mafias? No, son más que eso. Mafias conectadas que traicionaron a los “suyos” mientras negociaban entre ellas. Mafias de diferentes colores, todas unidas tras bastidores, pero todas enemigas frente a la sociedad. Y el final de este cuento es que TAMPOCO pudieron ponerse de acuerdo para SENTARSE A DIALOGAR. Imagínense si se pondrán de acuerdo para cualquier otra cosa concerniente al país.

El sistema está hecho para que todos hagan lo que quieran y puedan culpar al otro, mientras han colocado al libanés en el peor estado de humillación posible. Vivir gobernados por 8 dictadores es muy difícil, más aún en un territorio tan pequeño, en el que ya no convencen sus mentiras, y ellos saben que nosotros sabemos que nos están tomando el pelo.

En este Libabel en el que todos hablan el mismo idioma pero nadie hace el mínimo esfuerzo por entender a la sociedad, no hay solución cercana. De haber elecciones, ganarán los mismos, si no en nombre de sus partidos, pues será en nombre de sus pueblos y sectas. Los de a pie sí sabemos convivir, pero en algún punto de nuestras vidas los caudillos se las arreglarán para recordarnos nuestras divisiones. Y aunque entendamos perfectamente al de al lado, harán lo posible por convencernos de que aquellos son los malos y ellos son los buenos.

Vivimos en el mismo territorio y bajo el mismo cielo. Pero nuestros oídos sufren, permítase el término, de “estrabismo auditivo”. Por un lado escuchamos a los políticos hablando desde su galaxia, como música estridente, desafinada y enloquecedora. Pero con el otro oído escuchamos una voz que al unísono dice VÁYANSE, y que ellos hábilmente saben desacreditar. Es el ciudadano “real”, el que ya no cree en las promesas que le hacen y no van a cumplir.

Pobre Líbano. Con demasiados caminos que conducen hacia Dios, pavimentados cual laberinto para perdernos en ellos. Sin embargo, así como las religiones monoteístas nacieron en estas tierras, también crecen el número de agnósticos y ateos. Pero Dios tiene que existir. Si no, ¿cómo se explica que este país siga amaneciendo, a pesar de ser gobernado por diablos?.

Es frustrante, un país que ha dado tanto, que ha sobrevivido a tanto, convertido en un Libabel, con voces por todos lados que defienden lo indefendible. Y con silencios aún más ensordecedores que claman por una PATRIA, en la que todos convivan y se entiendan en un mismo idioma: el del bien de la Nación.