Henry Kronfle
¡Qué pena me da esa gente
Que tiene cuerpo sin alma!
Mundo-dinero que gira
Tarde, noche y madrugada.
Sus comidas las sazonan
Con sal, pimienta y finanzas.
El dólar, cual tenedor
Mientras comen, sube y baja
Desde unas bocas que muerden
Una ambición en programa.
Y esas dádivas de Dios;
Cual frescura del agua
Y la miel de los panales
Y el sabor de la manzana,
En paladares mecánicos
Se quedan desperdiciadas.
¡Cómo me apena esa gente
Que tiene cuerpo sin alma!
El trino de un pajarillo
Es un ruido más que pasa
Las notas de una canción
Son cifras en pentagrama
De negocios que calculan.
¡Solo hay música en sus arcas!
¡Qué saben de la ansiedad
de un mendigo en la mirada
si para entender aquello
se necesita de un alma…!;
y en esa gente inconclusa
detrás del barro…¡no hay nada!
Yo pregunto simplemente:
¿Para quién ellos trabajan?,
¿piensan rebasar la muerte
Con sus joyas y sus casas,
con sus papeles bancarios
Y sus tierras y sus fábricas?
A esa gente se le olvida
Que por una temporada
Tan solo le pertenece
La riqueza acumulada.
Hijos, nietos o bisnietos
O tal vez persona extraña
Irán siendo nuevos dueños
Solamente de pasada.
Por eso admiro: al autor
De una pieza literaria,
Al músico y al pintor,
A todo artista que plasma
-en una fecha sin tiempo-
Su ser en la obra creada.
Ese libro o esa música,
Ese lienzo o esa estatua
Es de tal o cual artista.
¡la muerte no lo separa!
Por los siglos de los siglos:
EL AMOR BRUJO ES DE FALLA;
LAS MENINAS, DE VELZÁZQUEZ;
EL IMPLACABLE, DE JUANA.
¡Qué diferencia, Dios mío!,
Con las tierras y las casas,
Con los papeles de banco,
Con las joyas y las fábricas.
¡Qué pena me da esa gente
Que tiene cuerpo sin alma!
¡Qué oscura noche se esconde
¡En su visión atrofiada!
¡Qué terrible despertar
¡Cuando se anuncie la parca!
¡Qué profunda depresión
Verse de barro y más nada!
Y al despedirse del mundo,
Si nunca han tenido un alma,
No habrá un Dios que los recoja.
¡No hay dioses de oro o de plata!