YO SOY LÍBANO (PARTE 28)

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LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
ANTONIO TRABULSE KAIM (+)

 

Yo Líbano no poseo ejércitos invencibles
ni armas sofisticadas para destruir al Hombre;
pero en cambio, hice posible
la invención del alfabeto, para que escriba su nombre.

 

Una de las consecuencias de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fueron los cambios en el mapa del centro del Cercano Oriente y de Europa. Los alemanes y sus aliados otomanos fueron abatidos por las nuevas potencias que impondrían sistemas inéditos. Pero en su ocaso, el gobierno turco revocó mi autonomía e invadió mi corazón, Monte Líbano. A los simpatizantes de Francia los desterró o los condenó a muerte. Se incrementaron los tributos y la creciente corrupción dañaba más a los jóvenes. En noviembre de 1917 la ciudad de Jaffa, en la colindante Palestina, fue tomada por los ingleses y en diciembre sojuzgaron a la Ciudad Santa de Jerusalén, conocida en el mundo árabe como Al Quds (los Lugares Santos).

El 30 de octubre de 1918 los turcos firmaron su rendición ante los aliados y los ingleses penetraron en mi territorio; tiempo después, el 28 de septiembre, en Versalles, deciden su reemplazo con Francia. El mandato francés sobre mi pueblo se confirmó con el Tratado de Sevres, el 10 de agosto de 1920, lo que para muchos constituyó un agravio, ya que al definir esta potestad titular conferida por la Sociedad de Naciones, se subrayaba que sería ejercida por una potencia o estado sobre pueblos de cultura y capacidad política atrasada (refiriéndose obviamente a Siria, a Palestina y a mí, Líbano).

Pero no limitaba a ello mi infelicidad. En mis campos y en los de Siria plagas de langosta devoraron sembradíos y trajeron una severa hambruna a ambos pueblos que, aunada a una epidemia de tifoidea, causó cientos de miles de muertos e incrementó la emigración.

Gibrán Kahlil Gibrán, emigrado libanés y célebre poeta residente en los Estados Unidos de América, asistió en Nueva York a una junta con sus coterráneos, organizada para enviar ayuda ante la catástrofe alimenticia. Los grupos de ayuda llevaban siete días discutiendo si el nombre del comité sería libanés, sirio o árabe, mientras que una gran cantidad de alimentos perecederos permanecía en los muelles. Gibrán, llorando ante tal enojosa pasividad y por las tristes noticias que llegaban del Cercano Oriente gritó desesperado:

¿Vamos a permitir que nuestros hermanos mueran de hambre mientras discutimos un título que no sirve para nada? La ayuda fue enviada de inmediato. Llegó la paz y el imperio otomano fue oficialmente derrotado. Pero solo Dios conoce el daño que engendró en sus 400 años años de vida en mi territorio y los estragos que dejó en el resto de su dominio por los odios religiosos que motivó. Lo hemos visto en Irlanda, en la India, en Chipre, en la antigua Yugoeslavia y en el resto de los pueblos balcánicos; entre otros.

La Revolución Árabe de 1916 iniciada por Sharif Husein, de Hedjaz, se extendió desde el desierto peninsular hasta Palestina, Siria y mi territorio.

Mi pueblo soñaba ser libre, pero despertaba en medio de otra pesadilla, la provocaba por el Tratado Sikes-Picot entre Inglaterra y Francia. Entre discursos, aplausos, protestas, música y desfiles inició el Mandato francés. Así que mi sueño libertario seguiría siendo un deseo, con la simple atenuante de que al amo colonialista sería menos cruel que el otomano. “Vaya consuelo”. Pero si los individuos no se rinden y se unen para bien común, sus sueños pueden ser una feliz realidad. Había que seguir luchando por una total soberanía ¿por qué no?-

 

IDENTIDAD Y MANDATO

En apego a derecho internacional, el mandato fue creado al finalizar la Primera Guerra Mundial para dejar bajo tutela de una potencia colonial a los estados liberados de Turquía, como yo, Líbano que, en vez de obtener mi libertad se me colocó al igual que a Siria, bajo la tutela de Francia como mandataria, pero sin quedar como parte de su territorio. Francia debía informar anualmente a la Sociedad de Naciones sobre las acciones y Mandato.

En sentido de pertenencia de identidad, de saber que somos y quienes forman nuestra familia es una inquietud natural en el ser humano. Incluso los animales delinean su territorio para dar protección a su ganado, fatalmente en nuestro género es depredador por naturaleza y vive en continuo estado de guerra, que junto con la tala ilegal de bosques, el rompimiento a las reglas de funcionamiento de las fábricas, etc; provocando un desequilibrio ecológico que hoy palpamos en el sobrecalentamiento del planeta, para un continuo cambio en los mapas hecho según la voluntad de los ganadores, que, finalmente, son los que escriben la historia y obtienen el lucro de la violencia. Vemos el nacimiento de naciones luego de una guerra o cuando una potencia imperial es expulsada de los territorios conquistados por su poderío. En África y Asia, aparecieron nuevos países. Lo mismo al formarse la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y luego de su desintegración. Igual que en los Balcanes. Se crean naciones o regresan países. Algo muy diferente es forjar una nacionalidad, tener una identidad, hecho que no brota por generación espontánea. Es algo que está, que existe, que no se inventa. La Primera gran Guerra destruyó imperios y hegemonías, siendo fácil para los aliados tratar a su capricho y convivencia los nuevos mapas. La revolución bolchevique transformó al imperio zarista en la Unión de República Socialistas Soviéticas. De tierras germanas a austro-húngaras o rusas, surgieron nuevos estados. Las colonias alemanas en África fueron dadas a ingleses y galos como mandatos, por la sociedad de naciones.

El imperio otomano desapareció y se libró de una ocupación aliada gracias a la revolución de Gazi Mustafá Kamal Pashá Ataturk, un oficial del ejército turco que abrió el camino hacia una moderna república. La Mesopotamia histórica y la Siria geográfica, de la que muchos quisieron construir la Gran Siria fueron divididas con el mandato. Gran Bretaña y Francia se las adjudicaron so pretexto de prepararlas para ser libres en el Cercano Oriente, Europa Central y Europa Oriental, surgieron nuevos estados. Pero el pensamiento europeo era nacionalista con sentido de identidad propio. Lo árabes no, porque su conciencia de nación fue rebasada por las lealtades tradicionales, a menudo opuestas unas a las otras. Los aliados ignoraron el sentimiento árabe en las tierras asignadas, cuya extensión, límites y gobierno, se habían decidido con un arreglo de estados y reinos que dibujaron en un nuevo mapa según su interés. En la primavera de 1920 hubo tratos entre Inglaterra y Francia en San Remo, donde repartieron a los países árabes del Imperio otomano. Buscaron controlar el petróleo y las rutas hacia el Asia Central. Los ingleses tuvieron problemas para ocupar Irak. Las necesidades de la guerra mostraron el valor del petróleo e Inglaterra quería los energéticos de Irán previniendo que los accionistas alemanes de las petroleras turcas accedieran a la riqueza de Irak, como en Kir Kuk, al noroeste.

En 1916 se negoció un pacto entre Mark Sykes, a nombre de Gran Bretaña, y Francois Georges Picot, por Francia conocido como acuerdo Sykes Picot, que asignaba Mosul, al norte de Irak a los franceses, y las provincias de Bagdad y Basora, al centro y sur, a los británicos. En Siria, los galos se asignaron Alepo y el norte de las provincias de Beirut y Damasco. Las áreas sureñas serían para Gran Bretaña y Palestina quedaría, por el momento, como estado internacional.

Pero finalmente los británicos ocuparon parte de Irak y entraron a Palestina con un plan que les permitiría cumplir la promesa hecha por el político británico Arthur James Balfour, especificada en la Declaración Balfour, sin imaginar que eso traería un conflicto tan complejo que abarcaría el resto del siglo XX, sin que una solución se vislumbre al transitar ya la segunda década del siglo XXI. Al contrario, a pesar de que la sangre ha sido derramada abundantemente por más de sesenta años, la situación se complica más con transcurrir del tiempo cuando los pueblos de tan convulsionada región lo que requieren es paz y desarrollo.

Por términos del acuerdo, Francia dejó su demanda sobre Mosul a cambio de una porción mayor en la compañía turca de petróleo confiscada por los aliados, que la reorganizaron con el nombre de Irak Petroleum Company. El acuerdo daba a Francia el mando directo sobre la costa del Distrito de Alepo y una porción de la provincia de Beirut, con influencia de la llamada provincia siria de la era romana donde se delinearía varios estados independientes. Tendría mano libre en el mandato patrocinado por la Sociedad de Naciones, arreglado con galos e ingleses, para dar a ambos el dominio absoluto desde Éufrates hasta el Mediterráneo. Los británicos retendrían la antigua Mesopotamia con las reglas del mandato, dominarían el sur así como el este y oeste del Jordán, es decir, Jordania y Palestina. Con ello, la Gran Bretaña dominaría parte del norte árabe y la ruta de Irak al Mediterráneo.

A parte de su acuerdo con Francia para repartir las provincias árabes del Imperio otomano, Gran Bretaña hizo otras promesas. En Arabia se alió con Abdoul Aziz Ibn Saud, Wahabita emir de Raid y fundador del reino saudita. El wahabismo es una especie de secta religiosa musulmana, un movimiento de la corriente mayoritaria sunita, en especial de la escuela hanbali, creada por le reformador religioso sheik ul Islam Muhammad Ibn Abd al-Wahhab al-Tamimi para solucionar las dificultades que brotan dentro de la ley Coránica y opuesta al radicalismo o a pretender aplicar el razonamiento humano al interpretar las fuentes primarias del islam, del Corán y de las normas sunitas.

Contrapuesta al acuerdo británico-saudita, estaba la alianza entre Gran Bretaña y el Sharif Hussain, emir hashemita de la Meca quien era descendiente de Mahoma. A cambio de la revuelta árabe contra los otomanos, se les prometió reconocer al sharif, como cabeza de un reino árabe sin límites definidos. El sharif, sin embargo, entendió que incluiría la Península Arábiga salvo los protectorados ingleses, la Mesopotamia, Siria, Líbano y Jordania. Inglaterra mantuvo relaciones con Ibn Saud por medio del gobierno británico de la India mientras negociaba con el Sharif Hussain a través de su oficina en el Cairo. Y el ministerio británico de Asuntos Extranjeros acordó con la Oficina Mundial Sionista, la formación de un Hogar Nacional judío en Palestina, cumpliendo su compromiso establecido en la Declaración Balfour.

Era difícil, por no decir imposible, lograr proyectos tan encontrados para estar bien con Francia se firmó el Acuerdo de San Remo. Tropas árabes y británicas expulsaron a los turcos de Siria y Líbano. Su hijo Faisal, en Damasco, instauro un gobierno. Los aliados, en San Remo, redibujaron el mapa y Faisal, se proclamó Rey de Siria, mientras que Francia ocupaba Beirut.

Se buscó un arreglo, pero Faisal rechazó las ofertas colonialistas y fue derrocado en Maysalun, en las afueras de Damasco, forzándolo a dejar el efímero reino que los ingleses habían creado en Irak. El compromiso del un Hogar Nacional judío al oeste del Río Jordán se formalizó en 1920, quedando como un estatuto del Mandato británico registrado en la Sociedad de Naciones. En Jordania hubo un ajuste administrativo. En 1916, el Sharif Hussain declaró la salida del ejército árabe y se proclamó rey; los británicos lo reconocieron como monarca de Al Hijaz, área natural y provincia de N.E. de Arabia Saudita en el Mar Rojo que se extiende por los distritos administrativos de Tabuk, Medina y la Meca, pero al final de la guerra Ibn Saoud, con fuerzas Wahabitas atacó Hijaz e impulsó un sharifato con el cual gobernó hasta 1925.

En las bases iniciales del reinado saudita, el segundo hijo de Sharif, Abdullah sufrió una derrota en 1921 y huyó a Jordania, donde los británicos los aceptaron como soberano. Con la ayuda del ejército británico, el rey Abdullah rechazó a los wahabitas e intentó extender su dominio hasta Siria, afianzando la extensión de Jordania hasta las fronteras con Irak, hacia el sur el monarca quiso que el reino de Jordania traspasara las fronteras del Distrito de Damasco hasta el Mar Rojo y el Golfo de Akaba.

Inglaterra sabía lo que quería hacer y lo hizo: controlar el petróleo iraquí y llevarlo al Mediterráneo, así como afianzar un poder estratégico sobre el Mar Rojo y el Golfo Pérsico, rutas marítimas vitales del océano Índico. Para asegurar su intereses, repartió los poderes del área entre los involucrados e hizo enroques para lanzar sus metas.

Durante la guerra, los británicos alentaron a los árabes contra el Impero otomano; lo lograron con intermediarios ingleses que se contactaron con el Sharif Hussain, siendo el gran protagonista un sencillo teniente, T.E. Lawrence, mejor conocido como Lawrence de Arabia y con los nacionalistas sirios, logrando que el Hijaz naciera la revolución árabe. Pero luego de la guerra, Inglaterra calificó a las demandas nacionalistas árabes como absurdas. En el Hijaz el rey Hussein pidió más de lo que el colonialismo le iba a dar. Quería ser rey de los árabes, crear un nuevo califato del islam dispuesto a reconocer los arreglos de San Remo salvo las demandas sobre Palestina. Sus hijos, Abdullah y Faisal querían un arreglo con su rival Ibn Saoud, pensando que en una negociación se da y se toma según el caso. Algo que deben aprender los políticos actuales del Cercano Oriente con lo cual los poderosos conseguirían sus objetivos sin el uso de la fuerza bruta.

En su asignación de tierras en Levante los franceses actuaron de igual forma que los ingleses:

Atender las demandas concretas de partidos que sabían lo que querían. En Monte Líbano y en el distrito de Beirut los maronitas, cristianos, tradicionalmente unidos con la iglesia romana eran un grupo de presión que los franceses escuchaban y los únicos que exigían precisamente lo que querían: el Estado del Gran Líbano, bajo un mando libre independiente del resto de la llamada Siria geográfica.

Desde 1861, con la ayuda de Francia, tenía asegurado un estado político y una patria histórica en Monte Líbano, desde el distrito administrativo del imperio y parte de una de sus provincias, una región autónoma en el sistema otomano con plena garantía internacional. Al entrar el siglo XX los maronitas presionaron para extender su territorio, exigiendo agregar a sus límites históricos Trípoli, Beirut, Sidón y Tiro en las regiones interiores del distrito de Beirut, el Valle de Bekaa. Los distritos de Baalbek, Rashaya y Hasbaya y una buena parte del distrito de Damasco.

Para los maronitas, el gran Líbano tenía interés y carácter histórico por lo que Francia debía pensar en un estado independiente. Francia tenía amistad con ellos pero básicamente los intereses propios que vislumbró lograr a través suyo. Sin embargo, astutamente, el gobierno galoneó los apoyó en todo. En Monte Líbano los maronitas eran mayoría. Pero en el Gran Líbano serían minoría ante los musulmanes de la costa, el Valle de Bekaa y la norteña región de Akkar. Ellos insistieron en sus demandas y los jefes clericales y seculares presionaron ante los aliados, incluido los Estados Unidos. Después de la guerra, guiados por el patriarca Elías howayek, observaron la Conferencia de Paz en París. El patriarca Elías Howayek (1843-1931) nació el Helta, Batroun. En sus años como secretario y vicario patriarcal, abrió un expediente de los logros en las esferas civiles y religiosas. Muchos lo consideran el impulsor del Líbano moderno. Construyó el patriarcado de verano en Dimán, sobre una colina desde la que se mira el Valle de los Santos. Howayek estableció un centro de peregrinaje en Harissa, en 1905. Fundó la congregación de la Sagrada Familia en 1895, y fue a primera cofradía de mujeres orientales de Líbano y Siria, para educar a los jóvenes de las clases pobres, según las costumbres y los principios de la fe cristiana.

(Continuará)